por Gustavo Gentile1
Llegar al final de un recorrido suele producir una serie de sensaciones simultáneas, porque nos invita a observar la película de un instante de nuestra vida donde éramos quienes empezamos a construir lo que llegamos a ser hoy. Corría el año 2003 y de profesión contador graduado en la Universidad de Buenos Aires incursioné en la docencia en aquellos complejos años, con la simple intención de querer devolver a mi comunidad algo de lo que ella, a través de la educación pública, me había brindado no solo en aprendizajes sino también en oportunidades.
Decidí realizar la capacitación docente en la Universidad Nacional de Lanús comenzando mi derrotero como docente, convirtiéndose no solo en mi profesión sino descubriendo mi vocación, pasando por distintos roles como preceptor, secretario y actualmente profesor de educación Media y Técnica.
En 2007 encontré la propuesta de la Licenciatura en Educación virtual de nuestra Universidad siendo para mí un nuevo desafío no solo por permitirme desarrollar mi capacitación profesional, sino porque implicaba trabajar con nuevos tiempos, distintos espacios y generar nuevas redes de relaciones e intercambios. Términos como ubicuidad, TED y PLE se interrelacionaron con diseño y gestión curricular, evaluación, aprendizaje situado, la construcción y reconfiguración de los sistemas educativos y el análisis de las tensiones que en ellos se dirimen, pero fundamentalmente descubrir un nuevo contexto donde todos somos aprendices. Era la confirmación de una necesaria capacitación y educación permanente.
En ese devenir, diversas cuestiones personales y profesionales hicieron que paralelamente a la licenciatura realizara otras capacitaciones virtuales, cursando el Profesorado en Docencia Superior en la Universidad Tecnológica Nacional y dos especializaciones del Ministerio de Educación, todas en forma virtual o semivirtual, ratificando mi apuesta a esta nueva forma de aprendizaje y enseñanza.
Mi paso por la Universidad me brindó nuevas herramientas para comprender que el intercambio virtual implica compromiso y esfuerzo respecto al propio desarrollo de la carrera; respeto hacia el otro en cada comunicación e intercambio; solidaridad en el trabajo colaborativo con otros. Los mismos objetivos que en la actividad presencial, a la vez reconfigurados.
Al mirar en retrospectiva el recorrido y situado en este presente recordé una frase que hoy tiene vigencia: “Lo importante de la enseñanza no es el cómo se ha de enseñar algo, sino el para qué ha de enseñarse”. Ese quizá sea el sentido de este relato, el reflexionar cuál es el sentido de la educación. Pregunta cada vez más compleja tanto como se complejiza el contexto en el cual nos desempeñamos. Atrás quedó el optimismo pedagógico que brindaba seguridades y certezas, para dar paso a un mundo incierto donde nuestra tarea es interpelada con la necesidad de construir valores compartidos, en un marco de libertad responsable, tarea que se dificulta por la multiplicidad de instrumentos y formas de comunicación.
La educación virtual me permitió reconfigurar las maneras de lograr consensos en contextos de realidad aumentada, donde lo personal y lo virtual establecen una relación dialógica permanente. Y, por tanto, el conocimiento de los medios y formas de comunicación y capacitación es fundamental si queremos llegar a quienes educamos.
En Sociología analizamos que la educación secundaria es hoy el lugar donde se generan comunidades de aprendizaje en las cuales estamos formando a otros que atraviesan situaciones personales complejas, pero que a la vez nos forman a nosotros y nos interpelan. Paula Sibila (2008) explicita de qué manera se configuran subjetividades y la necesidad de narrarse a uno mismo a partir de las nuevas formas de comunicación, pero donde paradójicamente gran parte de la población no tiene conexión a internet ni acceso a servicios básicos.
Para complejizar aún más el contexto, las migraciones configuran otra problemática que debemos considerar donde a decir de Derridá (1997) el “recienvenido” sufre una doble borradura: la de la pregunta y del nombre, es decir una exclusión basada en miedos e ignorancia. Se dice racismo de un modo que no se dice, haciéndolo pasar inadvertido. Todas estas problemáticas están atravesadas por las nuevas tecnologías que nos proponen otras formas de relaciones e intercambios que la educación no puede eludir. Los consensos no pueden funcionar como supuestos, sino como meta para disminuir los grados de violencia que generan las diferencias, y aumentar los posibles acuerdos, es decir crear las condiciones para que las personas elijan buenos comportamientos, no en el sentido moral, sino en el sentido de no dañar a los otros y construir una sociedad más igualitaria.
Repasar estas cuestiones, llegar al final de este camino, me confirma que no soy el mismo que en aquel momento en que me propuse este desafío. Y, al mismo tiempo, me lleva a reflexionar que lo difícil y a la vez apasionante de la educación es que nos propone permanentemente una conclusión socrática donde aquello que aprendemos nos lleva a decir solo sé que nada sé, para volver a comenzar. Gracias a la UVQ por permitirme este recorrido y abrirme el camino a lo que vendrá.
Nota
[1
] Gustavo Mario Gentile. Licenciado en Educación. Modalidad de educación a distancia de la Universidad Nacional de Quilmes, Universidad Virtual de Quilmes
Referencias bibliográficas
Sibila, P. (2008). La intimidad como espectáculo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Derridá, J. (1997). El principio de hospitalidad. Entrevista publicada en Le Monde, http://redaprenderycambiar.com.ar/derrida/textos/hospitalidad_principio.htm