retrato de Hume

Reflexiones filosóficas en torno al legado de Hume y sus influencias en el siglo XX

por Ricardo Junes  Ricardo Junes

Resumen

El legado de Hume llegó al siglo XX con los empiristas lógicos. En las primeras décadas de este siglo surgió la filosofía de la ciencia como una disciplina autónoma de otras disciplinas filosóficas; su objetivo era formular una “teoría científica” unificada para todas las ciencias.

En particular, recuperaremos la obra de los filósofos del Círculo de Viena, agrupación que se había armado en torno a Moritz Schlick. Algunos de sus miembros más destacados fueron Otto Neurath, Rudolf Carnap, Hans Hahn, Philipp Frank, Kurt Gödel, Victor Kraft y Richard von Misses. Además, dicho organismo contaba con partidarios y colaboradores en todo el mundo.

En el Círculo de Viena se analizaban problemáticas relacionadas con la estructura de las teorías científicas y los conceptos que las conformaban, los vínculos entre las teorías y la experiencia, y la demarcación entre lo científico y lo no científico. Estos debates sirvieron para consolidar una concepción científica como dominante en mainstream de la filosofía de la ciencia. En el presente escrito mostraremos las importantes influencias de la obra de David Hume en el empirismo lógico del siglo XX.

Palabras clave: Círculo de Viena, Hume, empirismo lógico.

David Hume (1711-1776), filósofo escocés, fue uno de los más destacados representantes del empirismo en lengua inglesa. Entre sus obras más leídas se hallan el Tratado de la naturaleza humana (1739), que consta de tres volúmenes: Del entendimiento, De las pasiones y De la moral; y la Investigación sobre el entendimiento humano (1748). Su desarrollo filosófico el “empirismo” es una consecuencia lógica del “racionalismo”. La filosofía de Hume criticó el “racionalismo” en sus tres aspectos centrales: (1) El innatismo: rechazó las ideas innatas, sostuvo que no existen ideas previas a la percepción, lo que se piensa se extrae de lo que se percibe. (2) La preeminencia del cogito: fue reemplazada por una conciencia movilizada por lo externo. Por lo tanto, (3) La necesidad como norma del entendimiento humano no podía ser el fundamento de la ciencia.

Los filósofos que conformaban el Círculo de Viena tenían posiciones heterogéneas. Esto se debe a que no compartían todas las opiniones y, en parte, a que las opiniones de muchos de los integrantes variaron a lo largo del tiempo.

Incluso el programa del Círculo de Viena no se limitaba a la propuesta epistemológica, sino que desarrollaron, en relación con esta última, una propuesta educativa completa con importantes implicancias políticas.

Los objetivos políticos a largo plazo se destacaron en el manifiesto del Círculo:

comienzo-citas “También se reconoce […] los esfuerzos hacia una nueva organización de las relaciones económicas y sociales, hacia la unión de la humanidad, hacia la renovación de la escuela y la educación, una conexión interna con la concepción científica del mundo; se muestra que estos esfuerzos son afirmados y vistos con simpatía por los miembros del Círculo, por algunos también activamente promovidos (Hahn, Neurath y Carnap, 1929).” (Adán, 2015, p. 124).

En la frase “concepción científica del mundo” vemos que los objetivos sociales mediatos influyeron en los objetivos inmediatos de índole teórica. Los integrantes del Círculo buscaban generar herramientas conceptuales que permitieran una comunicación entre los científicos de las diversas áreas, por encima de sus especializaciones, y lograr la comunicación de la ciencia al resto de la sociedad. No eran científicos desvinculados de las necesidades de la sociedad, la cual en la década de 1920 a 1930 tuvo que soportar la crisis económica como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, con la excepción de Estados Unidos. Estos científicos querían lograr una sociedad sin fronteras, más justa en lo económico, político y educativo. Esta nueva sociedad requería unificar las ciencias, para ello los científicos del Círculo se valieron de un lenguaje artificial universal, libre de ambigüedades del lenguaje habitual y libre del resabio de la metafísica; tal lenguaje era la lógica. Compartieron una posición general, cuyo objetivo era mostrar la forma en que se presentaba el empirismo en el siglo XX. En el plano epistemológico compartieron una visión empirista de fondo que se manifestaba plenamente en los mecanismos de contrastación científicos.

David Hume fue el filósofo que más influyó sobre el “empirismo lógico”, por esta razón a los científicos del siglo XX se los reconoce como neohumeanos. A lo largo de la historia de la filosofía, se mantuvo la discusión entre los racionalistas y los empiristas. La polémica, en síntesis, abarcó siempre dos tópicos. El primero, de índole psicológico, acerca del origen del conocimiento; y el segundo, de origen lógico, acerca del fundamento del conocimiento. Para los racionalistas tanto el origen como el fundamento del conocimiento se encontraban en la razón; mientras que para David Hume y los neohumeanos, en la experiencia. Los neohumeanos compartían con David Hume la idea de que todo conocimiento acerca del mundo se basaba en la experiencia y tal conocimiento era falible; lo que se manifestaba en el intento de un trazado estricto demarcatorio entre lo científico y lo no científico y un rechazo tajante de la metafísica.

Aunque en este siglo la concepción de las matemáticas y la geometría diferían sustancialmente de la concepción de Hume, compartían la idea de fondo que establecía que todo juicio analítico era a priori y todo juicio sintético, a posteriori, con análogos criterios de significatividad que los de Hume. De esta manera, se oponían firmemente a la concepción metafísica sostenida por Emanuel Kant.

Pero también el Círculo de Viena amplió las perspectivas del moderno empirismo a partir de ciertos desarrollos del momento. En el intento de reducción de la matemática a la lógica, Frege y Russell (1905) crearon herramientas lógicas más potentes que las conocidas, refutando la idea de Kant (1788) de que todo lo que podría decirse sobre la lógica lo había dicho Aristóteles. La nueva lógica es la que se enseña actualmente en colegios y universidades. David Hume (1748) consideraba las matemáticas como enunciados analíticos a priori, y como los neohumeanos presentaron estos enunciados para la lógica, y la matemática no es más que lógica, coincidieron.

Frege y Russell (1905) influyeron sobre el Círculo de Viena en lo que concierne al papel de la lógica en la ciencia. Debido a que la estructura gramatical de una proposición podía generar confusiones, estos autores consideraban que muchos problemas filosóficos y científicos eran en la realidad pseudoproblemas, al analizarlos con la nueva lógica que ellos desarrollaron. Todo enunciado de una proposición debía presentarse de manera adecuada a partir de su estructura lógica. Russell presentó un ejemplo en “On denoting” (1905). El enunciado de una proposición con la siguiente estructura gramatical: “El actual rey de Francia es pelado”. Respondemos “no” porque Francia no tiene rey. Ahora bien, la negación de la afirmación previa se corresponde con la siguiente proposición: “El actual rey de Francia no es pelado” y debería ser considerada verdadera, lo cual es absurdo. La solución propuesta por Russell es presentar la proposición en lenguaje lógico: “Existe uno y solo un rey de Francia y es pelado”. Este enunciado es claramente falso y su negación, claramente verdadera. Este papel de la lógica en la filosofía y en la ciencia es fundamental para el empirismo lógico, ya que la lógica demuestra que muchos problemas filosóficos no son problemas y los que sí lo son pueden ser resueltos por la ciencia.

Los neohumeanos sostuvieron que la verdad de las proposiciones de las ciencias (las únicas con sentido) dependería de lo que de hecho ocurriera en el mundo. Siguiendo a Wittgenstein (1922), los enunciados significativos eran o bien de carácter empírico o bien de carácter lógico y representaban tautologías o verdades lógicas. Una tercera opción era la metafísica. En ese sentido, la filosofía era imposible porque implicaba decir algo que no podía decirse. Wittgenstein (1922) propuso que el significado de una proposición era su método de verificación, de manera tal que el empirismo lógico proporcionó el criterio para distinguir los enunciados con sentido cognoscitivo de aquellos que no lo tenían (los metafísicos), recreando el famoso criterio de significatividad cognoscitiva. Dentro del empirismo lógico, las proposiciones solo tenían significatividad cognoscitiva y las que no lo eran podían tener un significado emotivo. Las proposiciones de la metafísica simulaban tener un significado cognoscitivo, era un engaño, una impostura, pues simulaban conocimiento donde no lo había. Carnap (1922) llamó maliciosamente a los metafísicos “músicos sin capacidad musical” (p. 85). Cabe la aclaración de que no todo discurso no cognoscitivo es perjudicial o engañoso, el arte no lo es, las discusiones éticas tampoco lo son, siempre y cuando se tenga la consideración de que no se trata de conocimiento científico.

El criterio de significatividad cognoscitiva de filosofía quería lograr una ciencia unificada libre de la metafísica y lograr que las ciencias particulares desecharan todos los conceptos innecesarios para sus capacidades predictivas y explicativas. Este criterio cumplió un rol heurístico central en las discusiones científicas. Este criterio junto al lenguaje protocolar impulsaron el gran desarrollo del conocimiento científico en todas las ramas de las ciencias durante el siglo XX.

Carnap y Neurath (1932) se enfrentaron en discusión por el estatus de ese lenguaje protocolar, que definía cómo se presentaban los enunciados científicos. Según Carnap (1932), el lenguaje protocolar debía describir la propia percepción. Por ejemplo, “ahora mismo veo una mesa blanca”, lo que se podría enunciar como “esta mesa es blanca”, debía ser aceptado al describir una experiencia privada observable, era autoevidente sin necesidad de justificación y, en consecuencia, no revisable.

Neurath (1932) le hizo ver que las proposiciones protocolares que no requerían verificación se podían relacionar con las creencias en vivencias inmediatas, frecuente en la filosofía tradicional (la preeminencia del yo, según Hume); en consecuencia, la búsqueda de la estructura de un lenguaje protocolar para describir una experiencia privada e intransferible podía conducir fácilmente a desviaciones metafísicas, y como tal, no deberían considerarse como científicas. Este autor demostró, de esa forma, que la característica de la preeminencia del yo, la idea de que el conocimiento se sustenta sobre percepciones privadas y sobre las operaciones del yo, era factible de error y debía abandonarse. Neurath (1939) insistió en que el lenguaje protocolar siempre debía asentarse en enunciados lógicos que pudieran ser verificados o rechazados por otros, independientemente de las percepciones personales.

En conclusión, el objetivo de unificar el lenguaje científico a través de la filosofía de la ciencia, utilizando como herramienta a la lógica, sigue vigente. Si bien muchas de las posiciones desarrolladas por el Círculo fueron profundizadas o superadas, su impronta fue muy significativa en el campo de la filosofía de la ciencia.

Por último, aún es una asignatura pendiente el objetivo de que la filosofía de la ciencia sea una herramienta para unificar la humanidad y hacer de este mundo un lugar mejor para vivir; o, dicho de otro modo, es el legado que Hume y los neohumeanos nos dejan hoy, en pleno siglo XXI, para que lo alcancemospunto final_it8x12


bibliografia Referencias bibliográficas

Adan, A. (2016). Filosofía. Clase 3. Bernal: Universidad Virtual de Quilmes.

Adan, A., Carman, C., Di Pego, A., Riopa, C., Robledo, L., Solé, M., Udi, J. (2015) Filosofía. Carpeta de trabajo (pp: 122-129)Bernal: Universidad Virtual de Quilmes.

Carnap, R. (1932). Uberwindung der Metaphysik durch Logische Analyse der Sprache. Erkenntnis II.

Hahn, H., Neurath, O., Carnap, R. (1929). La concepción científica del mundo: El Círculo de Viena. (trad. A. Wien). Madrid: Alianza.

Hume, D. (1748) Investigación sobre el conocimiento humano. (trad. J. de Salas Ortueta). Madrid: Alianza.

Kant, I. (1997). Critica de la razón pura. Buenos Aires: Alfaguara.

Wittgenstein, L. (1922). Tractatus lógico-philosophicus. London: Kegan Paul.

¿Cómo citar este artículo?

Juanes, R. R. (2016). Reflexiones filosóficas en torno al legado de Hume y sus influencias en el siglo XX. Sociales y Virtuales, 3(3). Recuperado de  http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/dossier/dossier-filosofia/reflexiones-filosoficas-en-torno-al-legado-de-hume-y-sus-influencias-en-el-siglo-xx/

 


Retrato de David Hume

 Ilustración de esta página: Ramsay, Allan (s/f). Retrato de David Hume (frag.). Disponible en: www.theatlantic.com/

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