Reflexiones syv 9

El enfoque cultural en geografía [1]

por Paul Claval – Sorbonne-Université, Paris Paul Claval

IGU Centennial Congress Paris 2022 
Conferencia presentada el 21 de julio de 2022, en el homenaje a Paul Claval, reconocido mundialmente, geógrafo francés, profesor de La Sorbonne, miembro de la UGI desde hace mucho tiempo y fundador de la revista Géographie et cultures. Revista científica que contribuyó a la promoción del análisis y enfoques culturales en las geografías francófonas, de alcance internacional. Además de autor de innumerables obras en diversos campos de la Geografía, trabajo incansable que ha marcado a varias generaciones de geógrafa/os en las formas de abordaje espacial en los debates teóricos que demandan las actuales sociedades.

Resumen
Este artículo es una reflexión personal sobre el rol de la cultura en el campo de la geografía. Ya era importante en las primeras etapas de la geografía humana (la geografía clásica y la Nueva Geografía de los años cincuenta), pero el predominio de los enfoques funcionalistas limitó su presencia. Gracias a las iniciativas de diferentes grupos de geógrafos, el alcance de la geografía se amplió después de la década de 1970, transformación que, a fines de la década de 1990, se describió como el giro cultural de la disciplina. En este sentido, resultan ilustrativos los aportes del estructuralismo y el posestructuralismo, por un lado, y el enfoque cultural, por el otro. En mi opinión, este último no adolece de las mismas limitaciones que los dos primeros.

Más que una conferencia académica, la presente comunicación es una reflexión personal sobre el rol de la cultura en la geografía humana.

La historia de las formas modernas de la geografía humana data de 140 años atrás. Fui testigo y, hasta cierto punto, protagonista de ella desde los años cincuenta, hace 70 años. Muchos fueron los aspectos de la geografía que me interesaron, pero, desde un comienzo, la cultura fue importante. Prevalece hace 40 años.

“El enfoque cultural en geografía” fue el nombre con el que Anne Buttimer designó a la nueva comisión creada por la IGU (International Geographical Union [Unión Geográfica Internacional]) en 1966. Durante ocho años presidí esta comisión y quedé convencido de que ese título transmitía a la perfección la razón por la cual la cultura es tan importante para la geografía.

El propósito de esta presentación es enfatizar las diferencias entre los diferentes enfoques que se desarrollaron en la geografía humana hasta los años sesenta o setenta, y aquellos que los sustituyeron después del giro cultural de la disciplina. El análisis de las vertientes anteriores de la geografía humana será breve y, por lo tanto, esquemático: su único fin es subrayar la reciente transformación de la geografía.

 

Las primeras configuraciones de la geografía humana, la cultura y el enfoque funcional

Los primeros especialistas en geografía humana sintieron escaso interés por otras ciencias sociales. Eligieron las ciencias físicas y naturales como modelos epistemológicos e intentaron desarrollar un abordaje riguroso: de ahí la exclusión de la subjetividad, su limitada curiosidad por la imaginación humana y el énfasis en la racionalidad de las elecciones del ser humano. En ese contexto, se tenía la concepción de que el espacio geográfico estaba compuesto de rocas, suelos, vegetación, animales, seres humanos, campos de labranza y cultivos, los rebaños y el ganado que criaban, los artefactos que usaban y las casas que construían.

 

De los asentamientos humanos a la actividad humana y la cultura

En un principio, los geógrafos se centraron en los asentamientos humanos y el uso de la tierra[2] como datos fundamentales para señalar la presencia humana sobre la superficie terrestre. Pronto agregaron a este campo inicial el análisis de las poblaciones humanas y sus actividades. La disciplina estudió las herramientas que usaban, los artefactos que producían, las casas que construían, la ropa que vestían, las lenguas que hablaban y las instituciones políticas y administrativas con las que contaban. Los geógrafos observaron estos hechos al hacer trabajo de campo; también sacaron provecho de las publicaciones hechas por antropólogos, sociólogos, historiadores, lingüistas y politólogos, así como de las estadísticas publicadas por los organismos públicos.

Las poblaciones humanas tuvieron modos específicos de usar la tierra y asentarse en ella con un impacto manifiesto en el paisaje. Las áreas en las que la gente compartía el mismo estilo de vida mostraban formas similares en el uso de la tierra: se consideraban regiones homogéneas.

La cultura era primordial para la nueva geografía humana y así lo consideraban Friedrich Ratzel[3], Eduard Hahn[4], Paul Vidal de la Blache[5] y Carl Sauer[6]. Al mismo tiempo, no aparecía con el mismo rol esencial en las explicaciones. Esa paradoja ya me había impactado en los años sesenta. Tenía que ver con el enfoque predominante tanto en la geografía clásica como en la Nueva Geografía de los años cincuenta y sesenta: el enfoque funcional.

 

El enfoque funcional

Tanto la geografía humana clásica como la Nueva Geografía confiaron en el enfoque funcional: los seres humanos hacían elecciones racionales; trataban de maximizar su utilidad. Gracias a este tipo de decisiones y a los mecanismos sociales que les garantizan coherencia, se conformó el mundo.

Los geógrafos les prestan escasa atención a la imaginación y la sensibilidad de los seres humanos. Si bien eran conscientes de la gran variedad de rasgos culturales acordes con los diferentes lugares, esta percepción no modificó el predominio del enfoque funcional puesto que su mayor interés residía en las formas materiales.

Las dos primeras orientaciones de la geografía humana (el enfoque clásico y la Nueva Geografía de los años cincuenta y sesenta) naturalizaron el mundo y tomaron en cuenta solamente una parte de las capacidades humanas. Integraron, sobre todo, sus características fisiológicas, su metabolismo y su huella ecológica, analizaron de qué manera explotaban su entorno, producían bienes, los consumían o intercambiaban; no ahondaron ni en la sensibilidad ni en la imaginación. A principios de los años sesenta, algunos partidarios de la Nueva Geografía llegaron a considerar que la geografía cultural desaparecería en el futuro debido al avance de las interpretaciones teóricas de las decisiones humanas racionales.

 

El giro cultural: un movimiento colectivo

Existen dos interpretaciones posibles para explicar la transformación de la superficie terrestre por los seres humanos: (i) para algunos geógrafos, se trata de una serie de objetos y seres elegidos de acuerdo con su utilidad, lo que significa que es el resultado de decisiones racionales; (ii) para otros, es el resultado de elecciones realizadas de acuerdo con los hábitos y valores (la cultura) de un grupo, lo que significa que un observador sería incapaz de adivinarlas. El giro cultural fue consecuencia de un cambio fundamental que viró de la primera interpretación a la segunda: el rol del geógrafo dejó de ser el de mirar el mundo como si fuera Dios, para pasar a analizar la manera con la que los individuos y los grupos observaban, imaginaban, concebían e intentaban modelarlo de acuerdo con sus intereses e ideales. Por ende, el giro cultural condujo a una prodigiosa ampliación del campo de acción de la geografía y a renovar el interés por los modos de percibir e imaginar el mundo. Se dejó de concebir a los seres humanos como dotados naturalmente de una mente racional. Están moldeados por las sociedades a las que pertenecen gracias a la cultura recibida.

Giro cultural fue el término acuñado a fines de los años noventa para sintetizar las transformaciones experimentadas por la geografía desde fines de los sesenta. No fue el resultado de una orientación geográfica específica. Fue la suma de una multiplicidad de movimientos: la geografía radical, el enfoque fenomenológico –o geografía humanista–, la teoría de sistemas, así como los movimientos estructuralistas y posestructuralistas.

 

La ampliación del campo geográfico

El enfoque funcionalista intentó explicar el funcionamiento de las sociedades desde una perspectiva económica. Puso el acento en las actividades productivas. También tuvo en cuenta las relaciones de poder, pero solo las vinculadas a los Estados, sus políticas de dominación y sus ejércitos.

La geografía humana estaba especialmente interesada en los varones, ya que eran los responsables de las tareas de producción, en tanto las mujeres tenían a su cargo las de reproducción, consideradas menos importantes. La atención estaba centrada en los varones adultos, muchos de ellos reclutados para los ejércitos, sostén de la fortaleza de las naciones.

Los geógrafos pusieron el foco de atención en la producción comercial y descuidaron la destinada al consumo propio, a pesar de que todavía impera en muchas partes del mundo. El intercambio comercial solo se desarrolló plenamente en los países industrializados: en consecuencia, la población caucásica fue más estudiada que las otras. Solamente se mencionaba a los negros, los indios o los chinos cuando trabajaban en plantaciones tropicales.

En la actualidad, la geografía abarca un campo muy extendido. La ruptura con el funcionalismo afecta la vieja concepción de la geografía. Hoy en día, las mujeres, los niños y los ancianos son tan importantes como los varones adultos. Hay un apasionado interés por los grupos dominados, los marginados y los extranjeros. Los países emergentes se valoran tanto como las sociedades occidentales.

Dado su interés centrado, sobre todo, en las actividades productivas, la geografía de antaño ignoró los períodos en los que las catástrofes climáticas, las crisis cíclicas o las guerras alteraron la vida económica. La geografía política se ocupó más de la diplomacia y la construcción de un imperio que de los conflictos militares. La extrema pobreza de poblaciones enteras solo se mencionaba como un elemento pintoresco de muchos países extranjeros.

La geografía contemporánea estudia a la mitad femenina de la humanidad, las épocas olvidadas, la gente improductiva, las víctimas de la exclusión social y los prisioneros. Incluye tanto las áreas en las que se dan sociedades normales, como la heterotopia, esos anti espacios que también necesita, pero donde no se cumplen las reglas que normalmente se aplican a todo el mundo. Se interesa tanto por la prosperidad como por la pobreza. A los períodos de felicidad, les contrapone tiempos de tensión y pesar; indaga en la muerte y sus diferentes modos de institucionalización.

El dilatado campo de la geografía abarca todos los aspectos de la vida y la cultura de los grupos humanos. No desaparece la racionalidad del pensamiento, pero solo se trata de una faceta de la actividad mental. Idéntica atención recibe la exploración de los imaginarios, su variedad, las preferencias que crean y los contextos que contribuyen a moldear. Al análisis de las actividades productivas debe agregarse el de las festividades, el ocio, la creación y el tratamiento del paisaje.

 

El estudio de las representaciones, la imaginación y los imaginarios

La expansión de la disciplina es conducente a poner un énfasis renovado en las representaciones. Tanto el posestructuralismo como el enfoque cultural se ocupan de aquellas que surgieron de una percepción sensible del entorno, sus imágenes y las narrativas que provoca. Los paisajes se muestran placenteros o banales. A menudo evocan otros lugares y otros tiempos. Algunos están teñidos de gozo, felicidad y una sensación de plenitud. Otros suscitan en nosotros sentimientos de pesadumbre, nostalgia o temor. El sueño los cambia, magnifica algunos lugares, los vuelve deseables o plagados de terror y les confiere el temible encanto de lo sublime. Las imágenes provocan reacciones fuertes: la foto de una playa de arena blanca con palmeras es suficiente para que nazca el ansia de descanso y ocio; la vista de extensas laderas nevadas nos recuerda el placer de esquiar.

Los viajeros y los escritores describen el mundo y lo impregnan con su sensibilidad. Los fotógrafos y los camarógrafos eligen las perspectivas y las luces que magnifican los lugares. El pintor y el novelista dependen de los imaginarios. Inspiran al cineasta. Los desarrolladores explotan los puntos turísticos y el operador propone itinerarios y estadías adaptadas a las preferencias de sus clientes. Incentivan a los turistas para que elijan su destino. El paisaje con el que la gente sueña a veces se transforma en ladrillo y piedra: ¡las películas de Walt Disney han creado Disneylandia y los Mundos de Disney!

Es así que de la fusión de la experiencia humana del mundo con las reacciones afectivas nace la forma esencial de los imaginarios. Modela la manera de percibir el mundo. A la gente le gusta encontrar las formas, los colores, los olores y los sonidos de sus sueños en lo que descubren. 

Que ahora se conciba el turismo como lo que realmente es –una manera original de consumir espacio– es lo que hace que la gente sea capaz de entender su génesis y evolución. La obra Géographies de Gauguin[7] de Jean-François Staszak es un magnífico ejemplo de este nuevo enfoque.

 

Nuevos modelos de ser humano

Los enfoques funcionales predominaron hasta fines de los años sesenta. Para ellos, los seres humanos estaban naturalmente dotados de razón, lo que significaba que sus decisiones no dependían de las tradiciones locales: esa condición les asignaba a mujeres y hombres la aptitud para elegir con independencia de las condiciones locales y de su propia cultura. Con el giro cultural, cambió esa perspectiva. La porción de capacidades humanas que se hereda es pequeña. La parte más sustancial se transmite de persona a persona y de generación en generación: la cultura juega un papel central en la construcción de los seres humanos. Lo que se transmite está constituido por tres partes: (i) Usanzas y saberes prácticos que, en su mayoría, se duplican por imitación. Se trata del aspecto no representacional de la cultura. Durante mucho tiempo fue ignorado por los geógrafos. Nigel Thrift[8] demostró su importancia para la disciplina. (ii) La transmisión de reglas de coherencia construye la razón, lo que significa que no varía de una persona a otra, aun cuando se las comunique a través de la cultura. (iii) La imaginación se apoya en la transmisión de información, pero también en las emociones compartidas, lo que explica su carácter a la vez fecundo y variable.

En el decurso del giro cultural se desarrollaron dos interpretaciones de esos procesos: (i) la estructuralista, seguida por la posestructuralista y (ii) la cultural. La diferencia entre ellas radica en la interpretación que hacen del proceso de transmisión de cada dinámica, la de la inteligencia y la de la imaginación. 

 

Las geografías estructuralistas y posestructuralistas

Durante los años sesenta y setenta, la concepción crítica de la ciencia dio origen a filosofías de la deconstrucción, una continuación de la escuela de sociología de Frankfort del período de entreguerras. El movimiento fue muy influyente durante la década de 1980, cuando aparecieron las geografías posestructuralistas, pero, previamente, había repercutido en el movimiento estructuralista, de gran importancia en Gran Bretaña desde mediados de los años setenta a mediados de los ochenta.

 

El movimiento estructuralista

El movimiento estructuralista se inspiró en tres fuentes principales: 1.- la geografía del tiempo[9] de Torstein Hägerstrand, que ponía el acento en la necesidad que tenían tanto la geografía como las ciencias sociales de analizar la dimensión espacial de los procesos sociales; 2.- la teoría de la hegemonía[10] de Antonio Gramsci, que le dio una dimensión más social y cultural a la geografía del poder; 3.- el interés de Anthony Giddens en el rol de los escenarios en la génesis de las prácticas[11].

De este modo, el estructralismo hizo de las prácticas un elemento central para la dinámica social e introdujo la idea de que a menudo están moldeadas por la hegemonía de la clase gobernante. Este aspecto del estructralismo quedó completamente integrado a la perspectiva posestructuralista.

Una de las debilidades tanto del estructralismo como del posestructuralismo radica en el énfasis puesto en las prácticas, y cierta desatención al papel de las relaciones institucionales en la génesis del comportamiento social[12].

 

Posestructuralismo y geografía

La interpretación posestructuralista enfatiza el hecho de que la transmisión de culturas está condicionada por quienes difunden información: sirven como modelos para la cultura no representacional; las narrativas están organizadas de tal modo que encapsulan los elementos y los conducen a su reproducción automática.

 

Michel Foucault y las formaciones discursivas

En relación con las narrativas, la autoridad principal fue Michel Foucault con dos libros fundamentales[13]: Les Mots et les choses (1966) y L´Archéologie du savoir (1970). Su tesis se basa en la convicción de que la construcción del conocimiento fue un proceso en tres etapas: (i) cada lengua impuso una categorización de la realidad a través de las palabras que usaba; (ii) el nivel intermedio, por lo general ignorado por los sociólogos, corresponde a la etapa en la que el poder y la razón cooperaron para formular explicaciones rudimentarias; (iii) el tercer nivel fue el científico, cuando predominó la razón y ofreció explicaciones coherentes y rigurosas.

En Les Mots et les Choses[14] Foucault denominó épistémès a las narrativas producidas en el nivel intermedio. Les dio el nombre de formaciones discursivas en la Archéologie du savoir[15] e incluían elementos a los que Foucault llamó enunciados (énoncés), cuya propiedad era la duplicación automática al transmitirse de una persona a otra. Por lo tanto, los grupos que producían y difundían las formaciones discursivas las imponían a todos los receptores. 

Edward Said desempeñó un papel fundamental en la difusión de las ideas de Foucault: su libro sobre orientalismo[16] les aseguró un éxito universal.

Pierre Bourdieu y el habitus

Para describir las formas no representacionales de transmisión, Pierre Bourdieu se valió de una noción introducida por primera vez por Aristóteles y luego desarrollada por Tomás de Aquino, quien le dio el nombre de habitus. A comienzos del siglo veinte, Émile Durkheim la incorporó a la sociología francesa. Mediante la educación y otras formas de intercambio social posteriores, la gente integra a su personalidad hábitos y reflejos, que la hacen actuar según patrones importados inconscientemente.

Puesto que el habitus se transmitía a través de la educación y la imitación que los niños hacían de los adultos, la gente no lo percibía como una imposición desde el exterior. El proceso de incorporación era inconsciente: si bien los individuos consideraban que sus creencias eran personales, en realidad eran el producto de los grupos en el poder. De este modo, la dominación quedaba asegurada mediante un proceso inofensivo y silencioso.

En lugar de concebir a los individuos como seres naturalmente dotados de razón, con lo que todos tendrían las mismas características, los geógrafos posestructuralistas los consideraron el fruto de un proceso cuya transmisión los equipó con reflejos, saberes prácticos, conocimientos y creencias fabricados por los grupos dominantes.  Asimismo, recibieron símbolos y experiencias emocionales que nutrieron su imaginación y engendraron imaginarios compartidos.

 

De los procesos de identificación/diferenciación a las matrices de dominación

Desde la perspectiva posestructuralista, la identidad de los seres humanos no es el resultado de la diversidad de atributos naturales, sino una construcción social. Una persona siente afinidad por un grupo y, para ser aceptado, enfatiza sus diferencias de los otros. Se trata de un proceso acumulativo. Con frecuencia, los demás grupos terminan deshumanizados…

Cuando dos grupos diferentes ocupan posiciones similares en la jerarquía social, el proceso de identificación/ diferenciación es simétrico. Cuando ocupan posiciones desiguales, los grupos superiores formulan ideas y sentimientos y los imponen sobre los inferiores mediante la difusión de las formaciones discursivas y el habitus. Estas matrices de dominación[17] están arraigadas en la raza, el género y la clase social.

De ahí la insistencia de las geografías posestructuralistas en los procesos de dominación, que resultan ventajosos para (i) las civilizaciones –el mundo occidental, sobre todo a partir del Renacimiento–, capaces de desarrollar tanto armas de guerra como propaganda; (ii) los hombres que sojuzgaron y explotaron a las mujeres desde los inicios de la humanidad gracias a los sistemas patriarcales que construyeron; (iii) los innovadores que llevaron adelante las revoluciones industriales de los siglos diecinueve y veinte, con las que impusieron la supremacía de los capitalistas sobre las otras clases. 

La dominación es el resultado del uso de la fuerza y las restricciones físicas, el control de los medios de producción y, en gran medida, de los efectos performativos de las narrativas imaginadas por los grupos de poder.

Estas geografías deconstruyeron los cimientos del triunfo occidental al poner el foco en las formas de explotación sobre las que se apoyaban.

 

La dimensión revolucionaria del constructivismo

La interpretación de los seres humanos planteada por el posestructuralismo es constructivista: los cuerpos humanos son concebidos como los soportes de las realidades sociales. Los individuos no tienen existencia propia. Siempre son el reflejo de influencias externas. Por lo tanto, el mundo humano es convencional. Tal como se da en la actualidad, refleja la dominación y el poder de las minorías que le dieron forma con el fin de explotar en provecho propio a la mayoría de los seres humanos.

Por lo tanto, gran parte de los geógrafos actuales se consideran agentes de una nueva revolución. Su meta es construir una sociedad más igualitaria, respetuosa de la naturaleza. Tratan de liberar a los seres humanos de la desigualdad social, las cadenas raciales y las categorías de género impuestas por las sociedades patriarcales: las geografías queer se convierten en instrumentos para la construcción de entornos sociales que permitan la liberación sexual.

Así pues, se conciben las geografías post estructuralistas como una herramienta para dar forma a un mundo mejor.

 

Geografías subalternas

El movimiento posestructuralista no está basado únicamente en la deconstrucción de las geografías dominantes. Explora los procesos espaciales y las realidades ignoradas hasta hace pocos años. En el caso de las antiguas colonias, los geógrafos se habían enfocado en el rol de los colonizadores y las elites locales que colaboraron con ellos. De las concepciones de los años sesenta, nació en la India un movimiento cuyo objetivo era analizar las clases nativas más bajas durante el siglo diecinueve y la primera mitad del siglo veinte. Fue difícil estudiarlas, puesto que no habían sido incluidas en los censos oficiales. De todas maneras, existían algunos archivos y, luego de un estudio minucioso, fue posible elaborar otra interpretación de las sociedades coloniales. Los académicos indios empezaron a hablar de estudios subalternos.

Estos estudios no exploran las sociedades de arriba abajo. Empiezan en la parte inferior y van ascendiendo. Ponen el acento en el rol de los campesinos, los artesanos, los vendedores ambulantes, los pequeños comerciantes; exploran el trueque y las diferentes formas de solidaridad económica. Están interesados en los movimientos religiosos. Analizan el sincretismo que produce el estrecho intercambio entre las creencias, religiones e ideologías nativas y las importadas. En América, se centran en las diferentes manifestaciones de los cultos afroamericanos. Ofrecen una interpretación de las sociedades y las organizaciones espaciales que pone de relieve la inventiva de los estratos medios y bajos. Subrayan las formas de resistencia pasiva al orden imperante. Insisten en la resiliencia de los entornos populares.

 

El espacio de las geografías posestructuralistas

Los geógrafos posestructuralistas proponen una nueva concepción del ser humano y sus relaciones medioambientales. No se centran únicamente en sus actividades productivas y están más abiertos a su forma de vivir y experimentar el entorno. La gente es sensible a la vista, los sonidos y los olores de los lugares que habita o visita. Por consiguiente, los geógrafos comienzan a destacar la función de la sensibilidad en la valoración del espacio.

A partir de ese momento se caracteriza el espacio según los dispositivos espaciales (dispositifs spatiaux) que incorpora. En cierto sentido, esta expresión no es más que un nombre nuevo para lo que antes se conocía como estructuras espaciales o regionales. Sin embargo, enfatiza algo innovador y esencial: estas estructuras no son innatas; están fabricadas por el hombre y concebidas para alcanzar propósitos específicos.

 

Los límites del enfoque posestructuralista en la geografía

El posestructuralismo le debe una parte esencial de su éxito a su dimensión crítica. Al igual que otras formas de construcción teórica, hay que someterlo a un análisis crítico. Los postulados que sostienen las matrices de dominación son frágiles. Esta afirmación es aplicable tanto a la hegemonía de Gramsci, como a las formaciones discursivas de Foucault y al habitus de Bourdieu.

El análisis que hace Foucault de la difusión de las formaciones discursivas se basa en los enunciados, los elementos que estructuraron esas narrativas y explican de qué manera su organización y contenido se conservaron intactos al pasar de una generación a otra. Pero el concepto de enunciado es esquivo. La Archéologie du Savoir es un libro difícil y bastante oscuro. Después de 1975, Foucault dejó de enfatizar el rol de las narrativas en su análisis del poder. En un libro posterior, lo interpreta con muchos matices:

Narratives, no more than silences, are not once for all submitted to a power or set against it. A complex and unstable play has to be supposed, in which the narrative may be at the same time an instrument and effect of power, but also an obstacle, a stopper, a point of resistance and of departure for an opposite strategy. The narrative vehicles and products power; it reinforces it, but also mines it, makes it an easy target for criticism and blocks its way[18].

¡Resulta imposible construir una matriz de dominancia con un elemento tan heterogéneo!

El concepto de habitus de Bourdieu también puede ser interpretado de manera diversa. Es verdad que los seres humanos le deben a su educación los signos que usan, los códigos que ponen en movimiento y las actitudes que exhiben: esos elementos son culturales y expresan su origen social. También es verdad que se transmiten con tanta naturalidad de una generación a la siguiente que no parece que provinieran del exterior. ¿Pero es eso un impedimento para cualquier tipo de iniciativa individual? No: Bourdieu es muy explícito en este punto y lo hace cuando traduce Architecture gothique et pensée scolastique de Erwin Panofsky, lo que lo lleva a descubrir otro aspecto del habitus:

To oppose individuality and collectivity in order to better preserve the rights of creative individuality and the mysteries of the unique creation is to refuse to discover individuality under the disguise of culture ─in the meaning of cultivation, of Bildung─ or for speaking as Erwin Panofsky, under the shape of the habitus through which the creator is indebted to his collectivity and his time, and which orients and directs, without his own´s knowledge, the apparently most unique creative acts .[19]

Para Bourdieu, el habitus no era, en esencia, un proceso que privara al ser humano de creatividad, sino que la encapsula en un andamiaje social, lo que marca la diferencia.

La utilización que el enfoque estructuralista hace de las formaciones discursivas de Foucault o del habitus de Bourdieu fue mucho más allá de lo que se proponían estos autores. Fue conducente a una destrucción sistemática de los valores medulares de muchas sociedades. El énfasis excesivo en las matrices de dominación les brindó a los investigadores la oportunidad de explorar los efectos tanto de las estructuras jerárquicas y las formas de poder y control, como las geografías subalternas. Al mismo tiempo, los privó de la curiosidad intelectual por explorar a fondo todo el campo de la comunicación, los procesos de identificación/ diferenciación y los imaginarios. En consecuencia, el posestructuralismo ignoró parte de las modalidades culturales que inciden sobre el sistema de distribución.

 

El enfoque cultural puro

En geografía, el enfoque cultural puro es análogo al estructuralista. Ambos fueron parte del giro cultural de la disciplina. Ambos despliegan un renovado interés por representaciones e imaginarios. Comparten un campo de acción muy ampliado y se interesan en los procesos culturales, ya sea de comunicación o de diferenciación. Su principal discrepancia reside en la autonomía que le reconocen al ser humano. El enfoque estructuralista subraya el papel que cumple el control y la dominación, Si bien el enfoque cultural no los ignora, no cree que estén presentes todo el tiempo en todas partes: no se pueden inferir únicamente a partir de la invocación de las formaciones narrativas, el habitus o la hegemonía intelectual; en cada caso, se debe evaluar su rol con precisión. 

 

Procesos de comunicación

El enfoque cultural está pendiente de: (i) la influencia de los medios sobre la comunicación y (ii) la formación de opinión.

1.- En las sociedades primitivas, la transmisión se daba en forma directa a través de lo que la gente veía y escuchaba. Estos procesos eran de corto alcance: unos pocos metros apenas. De ese modo, todos los elementos de una cultura circulaban localmente.

En las sociedades históricas la situación era diferente. Puesto que la mayoría de las personas eran analfabeta, la cultura era local: en consecuencia, la vida diaria y las técnicas de producción cambiaban a trechos cortos. 

Si bien las clases altas dependían en gran medida de la comunicación oral, tenían cierto grado de alfabetización. Por lo tanto, las técnicas y creencias religiosas que compartían se expandían a vastas áreas. Así fue como estos grupos impusieron su poder político y la liturgia de su doctrina religiosa[20] sobre las clases bajas, pero les resultó imposible desterrar los rituales profundamente arraigados de sus cultos más antiguos y espectaculares.   

La situación cambió a partir de la imprenta, que generó mayor nivel de alfabetización. Los modernos medios de comunicación cambiaron su fisonomía al ser capaces de transmitir en el momento y a cualquier distancia sonidos, imágenes y películas. Las culturas populares del pasado fueron reemplazadas por la cultura de masas y, más adelante, con la aparición de internet y los teléfonos celulares, por una proliferación de nichos culturales. Al mismo tiempo, los avances técnicos dotaron a las elites de un renovado control sobre los procesos productivos. La gente, abrumada por el exceso de información, no tenía ningún control sobre su contenido: había llegado el tiempo de las noticias falsas.

 

  1. La comunicación no solo sirvió para transmitir información unilateralmente, sino que también incluyó diálogos y la consiguiente generación de opiniones similares u opuestas. Los diálogos eran abiertos tanto en las sociedades primitivas como en los niveles populares de las tradicionales. Cuando la comunicación empezó a apoyarse en la escritura, gran parte de ella se volvió jerárquica, con lo que dejó poco espacio para el desarrollo de la opinión pública. La imprenta y los servicios postales modificaron esa situación: las elites intelectuales y políticas discutían ideas novedosas en las flamantes casas de té y cafeterías, o por carta. Esos intercambios generaban opiniones compartidas[21]. Su forma y contenido eran hasta cierto punto controlados por los revisores y los editores y luego difundidos por diarios o libros. La existencia de una opinión pública con estas características era una condición necesaria para que las democracias funcionaran sin tropiezos. En la actualidad, las noticias difundidas por las nuevas redes sociales escapan a cualquier control, por lo que está creciendo una mayor inestabilidad de la opinión pública, lo que explica el surgimiento de democracias intolerantes[22].

 

Procesos de identidad/ diferenciación y la competencia por el estatus

El enfoque cultural no se centra únicamente en los procesos comunicativos. Brinda nuevas perspectivas en el campo de la construcción de la identidad y el de las formas sociales de la competencia. 

La competencia social no siempre tiene como objetivo separar a los miembros de un grupo de quienes están excluidos de él. También establecería distinciones entre los individuos de un mismo grupo según el grado de adhesión a los valores de ese círculo. En una sociedad religiosa, es importante vivir entregado a la fe compartida y mostrarse más caritativo que los otros. En una sociedad basada en valores castrenses, lo mejor es entrenarse como guerrero y desplegar coraje y heroísmo. En una sociedad artística, algunos escritores, pintores o músicos aventajan a los demás gracias a su creatividad. En un grupo centrado en la ciencia, son los hallazgos que sobresalgan en el campo de investigación los que otorguen prestigio a una mujer o a un hombre. 

La competencia social no se basa únicamente en objetivos económicos o de poder. También se propone ganar la consideración de los demás y, por lo tanto, disfrutar del estatus deseable. Esa es una de las principales diferencias entre el enfoque posestructuralista y el cultural. En tanto el primero se asemeja a los enfoques funcionales en cuanto al énfasis que pone en el papel de la competencia por el poder y la riqueza, el segundo, toma en consideración otra forma de competencia cuyo fin no es controlar o explotar a los otros, sino obtener su apoyo.

A partir de la introducción de este tercer mecanismo de competencia social, se debe reestructurar la disciplina en su totalidad: en muy pocos casos la competencia económica se encuentra en estado puro puesto que, con frecuencia, su meta es alcanzar un estatus más elevado en lugar de obtener mayores ingresos; una posición de poder es siempre compleja, dado que combina el uso de la fuerza, la represión física y la supervisión de los demás, por un lado y, por otro, y el respeto a la autoridad. Por ende, las divisiones en el seno de una sociedad no solo se basan en la renta y el poder, es decir, las clases socioeconómicas, sino también en el prestigio y el estatus.

El espacio no es solo la arena donde las personas compiten por la riqueza y el poder: también luchan por la fama. El espacio cesa de ser analizado solo en términos de fertilidad, accesibilidad y servicios. Se lo evalúa en términos de visibilidad, el resultado de contactos directos, relaciones personales, así como la transmitida por los textos escritos, las imágenes y, con eficiencia creciente, por las modernas tecnologías de la comunicación.

Los imaginarios de otros mundos

1.- Los imaginarios muestran que la organización espacial no está regida exclusivamente por la competencia económica y el poder político. Se aprecia la belleza y armonía del espacio, la serenidad de muchos paisajes o la emoción que provoca el estallido de las fuerzas naturales. Se valora el espacio porque es importante y de buen tono habitar ciertos lugares y evitar otras ciudades o regiones. Según el historiador francés Michelet[23], que brindó una interpretación psicológica de la geografía de Francia en el siglo diecinueve, cada una de las regiones aporta sus virtudes morales a la personalidad del país. Con una postura similar, Delissen[24] recalca el peso de las consideraciones morales en la organización regional del espacio en la Corea premoderna. 

El enfoque cultural y el posestructuralismo comparten el mismo interés por los mecanismos con los que la imaginación transforma las representaciones de los paisajes, a las personas que los habitan o los visitan y la atmósfera que crean.

2.- Existe, sin embargo, otro tipo de imaginario, que no describe, poetiza o carga de emoción la faz de la tierra. Construye otros mundos. El enfoque posestructuralista no se enfoca en esa cuestión puesto que no surge de evidencia material.

El espíritu humano tiene la facultad de imaginar cosas que carecen de existencia material. Se apoya tanto en las capacidades lógicas y controladas de la razón, como en el poder de la imaginación. Los filósofos hablan de la dimensión trascendental del espíritu humano: los metafísicos exploran la relevancia de los objetos trascendentes o inmanentes así creados. Los geógrafos tienen que tomarlos en cuenta, ya que estas esferas imaginarias juegan un rol esencial en la organización de la actividad humana.

Una de las lecciones fundamentales de la geografía política es la siguiente: se le da más valor a una idea si proviene de fuentes ubicadas en sitios o épocas lejanas[25]. La autoridad de las formas espectaculares de la religiosidad (los cultos míticos) estaba arraigada en los tiempos inmemoriales. La autoridad de las formas doctrinales de la  religiosidad provenían de la fuente celestial de la Revelación. La autoridad de las formas racionales de la religiosidad (la metafísica, por ejemplo) estaba asociada con la dimensión trascendental de la razón humana[26]. Durante los siglos dieciséis y diecisiete, surge una nueva forma de religiosidad: la ideología.

Las fuentes eran terrenales, pero situadas en una edad dorada del pasado, una tierra sin el Mal del presente o una utopía del futuro, por lo que las tres quedaban fuera del alcance de los contemporáneos; en el siglo diecinueve, la mayor parte de los otros espacios producidos por la mente humana estaban situados en las dimensiones inconscientes de la naturaleza, la economía y el lenguaje.

Esos mundos están permeados de valores que no existen naturalmente en la realidad observable. Tenían la función de dotar de modelos éticos a las sociedades humanas, incapaces de forjarlos a partir de la observación empírica. Gracias a la capacidad que tienen los seres humanos para imaginar otros mundos es posible la construcción de un espacio social impregnado de valores.

El espacio social no es innato, sino una construcción social. Son los rituales y ceremonias los que transforman un espacio habitual de la naturaleza en uno valorado. Los seres humanos de este mundo nacen dos veces: del vientre de su madre y a través del bautismo y otros ritos de pasaje que los integran a la sociedad. Ni bien impactan en la organización y funcionamiento de una sociedad, también se institucionalizan las relaciones humanas.

Por esa razón, la naturaleza del espacio social varía según los lugares o las áreas. Están los lugares sagrados en los que los mundos inmemoriales o celestiales del mito o la revelación traspasan la superficie terrestre o el cuasi sagrado en el que, en cierta forma, están presentes la edad dorada, la tierra sin maldad y la utopía. Las heterotopías de Foucault están incorporadas al espacio social, pero de otro modo: si bien forman parte de él, allí se ignoran las normas morales que, por lo general, resultan eficaces en todas partes.

El imaginario de otros mundos explica cómo se introducen los valores en los asuntos terrenales y así crean una esfera social, una esfera de valores.

Puesto que vivimos en un mundo en el que la gente les atribuye diferentes valores a la naturaleza, los paisajes, las instituciones sociales y los organismos, es necesario un cambio radical en la organización de la investigación geográfica. A un geógrafo no se le pide que recorra los entornos y los grupos sociales con la mirada aguda de Dios, sino que analice cómo miran su entorno, su región, su nación y el mundo las poblaciones que estudia. Tiene que ser modesto: deja de ser el creador de una geografía universal; es el traductor de una multiplicidad de geografías habitadas que, en ocasiones, alcanzan una dimensión universal. 

Tales orientaciones son una demostración de que el enfoque cultural se abre a otras áreas disciplinares –el campo de la ontología, en particular– hasta ese momento reservadas a los filósofos.

 

La dinámica de la consecución

El enfoque cultural muestra un profundo interés en la competencia por ganar prestigio que, a menudo, se basa en la persecución de logros a la vez sociales y personales. Cuando compite por el estatus, el individuo adecua su comportamiento a un ideal ético, con lo que acumula un capital moral. Le da una significación a su vida y la orienta hacia una meta.

En consecuencia, la geografía está en parte moldeada por los esfuerzos de la gente por realizar proezas y conferirle ejemplaridad a su vida: en cierto sentido, es la suma de miríadas de logros individuales.

Tanto los geógrafos griegos (Strabo, Denys de Alexandria), como los guías turísticos (Pausanias) y los viajeros árabes (Ibn Battuta) ya habían estudiado las marcas geográficas que deja la persecución del éxito.

 

Conclusión

El enfoque cultural se interesa por todos los procesos culturales: los que se caracterizan por el rigor de la razón y los que se apoyan en las facultades de la imaginación y crean otros imaginarios. Indaga en la dimensión moral y normativa del mundo humano, fruto del establecimiento del cosmos, la naturaleza, los seres humanos, la sociedad, las instituciones sociales y el espacio, y las notas de universalidad de este proceso. La elaboración de otros mundos celestiales o inconscientes es inherente a las capacidades de la mente humana y también refleja el papel de la comunicación.

El enfoque cultural toma en cuenta los esfuerzos de los individuos y los grupos para superarse a sí mismos o despojarse de sus instintos profundos. Muestra el rol de los anti-mundos  surgidos de los impulsos reprimidos y, de este modo, explica la estructura de las heterotopías.

El enfoque cultural tiene en cuenta la dinámica de las realizaciones individuales y colectivas. No ignora la dinámica de la dominación, la explotación y la exclusión, que constituyen el meollo del enfoque estructuralista, pero cuestiona su generalización y deconstruye parte de sus pretensiones. El enfoque cultural provoca la reestructuración de la disciplina en su totalidad.

 

icono notas Notas

[1] Traducción de Marta Cristina Farías.

[2] Por ejemplo: Brunhes, J., 1910, La Géographie humaine, Paris, Alcan.

[3] Ratzel, F., 1885-1888, Völkerkunde, Leipzig, 3 vol., Bibliographisch Institut.

[4] Hahn, E. 1896, Demeter und Baubo. Versuch einer Theorie der Entstehung unseres Ackerbau, Lübeck.

[5] Vidal de la Blache, P., 1922, Principes de géographie humaine, Paris, A. Colin.

[6] Leighly, J., 1973, Land and Life. A Selection of the Writings of Carl Ortwin Sauer, Berkeley, University of California Press.

[7] Staszak, J.F., 2003, Géographies de Gauguin, Paris, Bréal

[8] Thrift, N., 2007, Non-representational Theory: Space, Politics and Affect, Londres, Routledge.

[9] Hägerstrand, T., 1970, “What about People in Regional Science?”, Papers of the Regional Science Association, vol. 24, p. 7-21.

[10] Gramsci, A., 1966-1981, Cahiers de prison, Paris, Gallimard. First Italian edition, Torino, Einaudi, 1945-1948.

[11] Giddens, A., 1979, Central Problems in Social Theory. Action, Structure and Contradiction in Social Analysis, Londres, Macmillan.

Giddens, A., 1981, A Contemporary Critique of Historical Materialism, Londres, Macmillan.

[12] Claval, P., 1973, Principes de géographie sociale, Paris, M. Th. Genin et LITEC.

[13] Foucault, M., 1966, Les Mots et les Choses, Paris, Gallimard.

Foucault, M., 1970, L´Archéologie du savoir, Paris, Gallimard.

[14] Foucault, M., 1966, Les Mots et les choses, Paris, Gallimard.

[15] Foucault, M. 1970, Archéologie du savoir, Paris, Gallimard.

[16] Said, E., 1978, Orientalism, New York, Pantheon Book.

[17] Staszak, J.,-F., B Debarbieux et R. Pieroni, 2017, “Frontières, identité, laterite” in J.-F. Staszak (dir.), Frontières en tous genres, Rennes, Presses Universitaires de Rennes, p. 15-36.

Para una perspectiva crítica: Claval, P., 2022, Nouvel Essai sur l´évolution de la Géographie humaine. Espace, sciences sociales et philosophie, Pau, PUPPA, collection Sp@tialités I.

[18] Foucault, M., 1976, Histoire de la sexualité. Tome 1, La Volonté de savoir, Paris, Gallimard, p. 133.

[19] Bourdieu, P., 1967, en el epílogo de E. Panofsky, Architecture gothique et pensé scolastique, Paris, Minuit, cf. p. 142.

[20] Whitehouse, H., 2004, Modes of religiosity. A Cognitive Theory of Religious Transmission, Walnut Creek, Altamaria Press.

Claval, P., 1980, Les Mythes fondateurs des sciences sociales, Paris, PUF.

Claval, P., 2008, Religions et ideologies, Paris, Presses de l´Université de Paris-Sorbonne.

Claval, P., 2022, Nouvel Essai sur l´évolution de la géographie humaine, op. cit.

[21] Habermas, J., 1978, L´Espace public, Paris, Payot.

[22] Claval, P., 2020, L´Approche culturelle, Vayrac, Tertium, en línea.

Claval, P., de próxima aparición, Penser politiquement le monde.

[23] Michelet, J., 1833, Tableau de la France, en Histoire de France, París. Citado de la reed. Waleffe, Paris, 1966.

[24] Delissen, A., 2004, “Frustrations centripètes et pays caches. Retour sur le regionalism coréen et la question du Cheolla, 1925-1993”, Geographie et cultures, Nº 51, p. 15-31; cf. p. 17-18.

[25] Claval, P., 1978, Espace et pouvoir, Paris, PUF.

Claval, P. de próxima aparición, Penser politiquement le monde. Une approche Culturelle.

[26] Whitehouse, H., 2004, Modes of religiosity. A Cognitive Theory of Religious Transmission, Walnut Creek, Altamaria Press.

 

¿Cómo citar este artículo?

Claval, P. (2022). El enfoque cultural en geografía [traducción de Marta Cristina Farías]. Sociales y Virtuales, 9(9). Recuperado de http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/el-enfoque-cultural-en-geografia/

 


Ilustración de esta página: Carlos, L. (2022). 649 en la memoria y el corazón [tinta sobre papel/lápiz sobre papel] [fragmento]. En Programa de Cultura de la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Quilmes y Sociales y Virtuales, convocatoria artística “Malvinas, 40 años después”. Bernal: UNQ.

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