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La narrativa latinoamericana frente a los femicidios en México: el tono de protesta en los relatos de Fabrizio Mejía Madrid, Roberto Bolaño y Elena Poniatowska

 por Stefanía Cardonetti  Stefanía Cardonetti

Resumen

Las mujeres constituyen uno de los sectores más vulnerables de la población mexicana, los casos de femicidios se multiplican día tras día y detrás de las estadísticas se pierden los nombres y las historias de vida de las víctimas. El presente artículo se propone explorar narrativas que logran echar luz y denunciar los crímenes de género, particularmente, algunas obras de escritoras y escritores latinoamericanos que mediante distintas estrategias literarias se aventuran a la tarea de narrar el horror y de visibilizar la lucha constante de los familiares de las víctimas.

Palabras clave: México, femicidios, protesta, literatura latinoamericana.

Las muertas de México

Aproximarnos a un abordaje de la problemática de los femicidios en México requiere tener en cuenta cuestiones estructurales de este país y algunos conceptos teóricos que resultan pertinentes para alcanzar algún tipo de comprensión sobre la realidad mexicana.

Sabemos que ninguna alianza de clases puede detentar el poder de forma duradera apoyándose únicamente en elementos coercitivos, es decir, en el uso de la fuerza; sino que  la hegemonía se logra apelando al consenso de las clases dominadas. En el caso de México, la violencia de Estado logra sustento ideológico a través de la supuesta lucha contra el narcotráfico. Pilar Calveiro (2012) ilumina esta dimensión alertándonos acerca del papel real del narcotráfico y su impacto en la economía global: “La proliferación del tráfico de estupefacientes, como núcleo duro del crimen organizado, no está desvinculada de la reorganización global y, en más de un sentido, ha sido perfectamente funcional para esta” (p. 167). Esta afirmación da cuenta de la interacción dinámica que existe entre el tráfico legal e ilegal y la gran movilización de recursos que favorece el narcotráfico.

Lo cierto es que el Estado mexicano (sobre todo desde la presidencia de Felipe Calderón) desplegó, bajo este pretexto, a las fuerzas armadas y policiales en gran parte del territorio. En nombre de la guerra contra el narcotráfico y con la complicidad de sucesivos gobiernos, las distintas fuerzas han cometido los crímenes más aberrantes contra los ciudadanos mexicanos, particularmente, contra los sectores más vulnerables de la sociedad.
En este contexto, los femicidios se multiplican día tras día. Existen grandes vacíos de información, no hay certezas acerca de cuántas son las mujeres muertas, cuántas fueron víctimas de desaparición forzada (o “ausentes” como prefieren llamarlas) o quiénes son sus agresores. Para dar un vergonzoso ejemplo el Instituto Nacional de Estadística y Geografía del país en cuestión informó que en los últimos 12 años han sido asesinadas 411 mujeres en Ciudad Juárez; sin embargo, distintos organismos de derechos humanos e inclusive la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a través de sus investigaciones, refutan esa información. El informe de la organización ONU Mujeres de 2016 indica que “en 2014 ocurrieron 2.289 casos de defunciones femeninas con presunción de homicidio (DFPH)1 en México. Dicho en otras palabras, en ese año en el país tuvieron lugar en promedio 6.3 DFPH al día (ONU Mujeres, 2016). Para el caso concreto de Ciudad Juárez el informe de la ONU habla de un registro de 136 DFPH solo en 2009, que casi se triplicaron al llegar a 2010; en 2011 se registraron 218 casos; en 2012, 104; en 2013, 56; y en 2014, 59.

Cabe recordar que la Convención Interamericana para Prevenir Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer a la que México adhirió en 1995 –—compromiso que ratificó en 1998–— protege el derecho de la mujer a vivir una vida sin violencia. Sin embargo, el compromiso que implica la adhesión a una convención de esas características no ha sido asumido desde el Estado, sino desde organizaciones de derechos humanos constantemente criminalizadas por sus actividades.

Resistir desde la palabra

La literatura no se mantiene al margen de esta compleja realidad, algunos autores y autoras han tomado la palabra para difundir y denunciar los femicidios que se perpetran en la sociedad mexicana. Los escritores y escritoras logran no solo visibilizar este problema, sino ponerles caras, nombres y familias a las víctimas que en algunos casos son estudiantes, defensoras y promotoras de derechos humanos, trabajadoras, inmigrantes; pero, principalmente, comparten una condición: son mujeres.

Fabrizio Mejía Madrid es un joven mexicano, periodista y escritor, reconocido por la calidad de sus obras y el compromiso que demuestra frente a los  problemas de su sociedad. A través de sus relatos el autor nos introduce en la problemática de los femicidios. En 2007 publicó Salida de Emergencia, allí reúne crónicas que nos invitan a recorrer el interior de México, nos muestran actos de violencia y de represión e historias de luchas. El cronista nos presenta el panorama que encuentra en Ciudad Juárez, uno de los focos de violencia más importantes del país: “Puede ser que en Juárez estemos pagando los platos de las técnicas de la guerra sucia con una desaparición selectiva, al azar, de cualquier forma” (Mejía Madrid, 2007, p. 283)

Ciudad Juárez es una de las zonas más tensas por la presencia del narcotráfico, de la violencia estatal, por la multiplicación de los femicidios y porque fue escenario de los crímenes más aberrantes contra las mujeres. “El origen de la violencia en Juárez acaso sea una extraña mezcla entre narcotráfico, ritos de invulnerabilidad –—impunidad ritualizada–— y la extinción de lo comprobable” (Mejía Madrid, 2007, p. 281), continúa el autor. En la crónica titulada El teatro del crimen, Fabrizio Mejía Madrid detalla cómo es el lugar, cuáles son las condiciones que permiten los secuestros, los asaltos sexuales, las venganzas, el rol del Estado, el rol de la opinión pública y los medios masivos de comunicación. Explora e intenta comprender cómo logra gestarse el clima de miedo que se siente en esa zona del país.

Por momentos parece estar realizando un trabajo etnográfico, participa activamente, se acerca a la comunidad, releva datos, los interpreta, trata de ver cuál es el sentido que tienen las acciones que los actores sociales realizan.  También desentraña cuáles son las ideas que circulan para minimizar o desviar los verdaderos motivos de la violencia contra las mujeres: “La percepción local es que los jóvenes sin empleo se están alquilando como sicarios y las chicas como teiboleras. Así las víctimas se presentan como culpables de su desenlace violento –—un deporte del imaginario nacional desde 1968–—” (Mejía Madrid, 2007, p. 280).

Otra idea que circula en México es la del “enfrentamiento entre narcos”. El autor entiende que esas explicaciones resultan “tranquilizadoras” pero no revelan, de ningún modo, la trama de violencia e inseguridad de todo tipo que experimentan los ciudadanos y ciudadanas. En otros fragmentos cuenta que circular por la calle constituye un peligro en sí mismo, nos muestra cómo una mujer sola en la carretera es víctima del acoso de automovilistas, camioneros y otros grupos de hombres que se acercan a ellas para escudriñarlas. Es de público conocimiento que muchas de las mujeres asesinadas caminaban largos tramos para trasladarse de un lado a otro de la ciudad.

Gran parte de la población mexicana conoce algunos acontecimientos violentos a través de los medios de comunicación, escuchan cifras, datos, rumores y relatos. Podemos inferir que  de eso quiere dar cuenta la escritora Ester Hernández Palacios a través de aquella “madre mutilada” que describe: “Habíamos visto al ejército patrullar el centro de la ciudad; pero la guerra, es decir la muerte, el horror y el miedo todavía quedaban lejos: en el periódico matutino que narraba los asesinatos de Juárez; en el noticiero nocturno que daba la cifra de los muertos hasta ese día del mes…” (Hernández Palacios, 2012, p. 16). En Diario de una madre mutilada se narra en primera persona la historia de una madre cuya hija es asesinada en circunstancias que involucran narcos, ajustes de cuentas, negocios legales e ilegales.  Este relato constituye también una denuncia al poder estatal. La protagonista es consciente de que uno de los mayores flagelos de la sociedad en la que vive es la impunidad, sabe perfectamente que no se hará justicia por su hija que murió con 23 orificios en el cuerpo y que sus victimarios no serán aprehendidos, juzgados ni condenados. El propio gobernador le dice a la madre de la joven asesinada que su muerte fue “un daño colateral”.

Criminalización de la protesta social como política de Estado: el caso de Digna Ochoa según la mirada de Fabrizio Mejía Madrid

“Al principio, cuando te desaparecen a un hijo por el miedo nadie quiere decirlo: buscas en las fotos del periódico por si lo ves, pero aparecen cantidad de muchachos muertos, hasta que dices: ‘ya no puedo más, es estarme lastimando’. No quería hacer nada para no arriesgar a mis otros hijos” (Turati, 2011)2, estas son las palabras de Rosa Zapata, una modista que lucha por encontrar a su hijo Carlos, víctima de desaparición forzada. Una vez que se convierten en madres de víctimas y logran organizarse estas mujeres se ven expuestas a la violencia.

Por cada mujer muerta existen muchas más que no descansan con el afán de conseguir justicia y ponerle fin a la impunidad. Los familiares comprendieron que desde la lucha individual no lograrían visibilizar el drama que viven, por ello la solidaridad entre los familiares de las desaparecidos/muertos de México generó un abanico muy amplio de organizaciones sociales. La revista Proceso comparó a ese movimiento de mujeres mexicanas con las Madres de Plaza de Mayo de Argentina, por la lucha que llevan adelante de forma organizada para encontrar a los hijos e hijas de todas.

La criminalización de la protesta social y la persecución a miembros de organizaciones sociales son moneda corriente, pero un caso paradigmático es el de Digna Ochoa, su muerte  en el año 2001 es una muestra del peligro que corren aquellas mujeres que se dedican a la defensa de los derechos humanos. Fabrizio Mejía Madrid le dedicó una sección en su libro Salida de emergencia y allí nos cuenta: “La carrera de Digna Ochoa está plagada de amenazas, como las de todos los defensores de derechos humanos en México” (2007, p. 61)

Digna fue y es doblemente víctima: primero por su asesinato a balazos en una oficina (luego de reiteradas amenazas y un secuestro en 1999); y, luego de su muerte, porque le toca formar parte de la larga lista de femicidios sin resolver, que sin lugar a dudas involucra a varios actores políticos de México. La “investigación” de este crimen arrojó una hipótesis falsa acerca de un posible suicidio.

Estrategias literarias para denunciar la violencia contra las mujeres: la ironía

Una de las formas que encuentran los escritores para aproximarse a estas historias tan violentas y comunicar su postura es el uso de la ironía. El título Las muertes de Digna Ochoa hace referencia a las múltiples hipótesis alrededor de este asesinato, una muerte violenta que constituye la expresión más radical de criminalización de la protesta social. Mejía Madrid logra, a través de la ironía, evidenciar que la hipótesis acerca del suicidio de Digna Ochoa carece de sentido, que es falsa. Esperó sentada  a desangrarse pero, tras unos cinco o diez minutos  comprendió que no había dado en el blanco. Apretó entre sus dientes el saco que siempre llevaba y logró hincarse con la mitad del cuerpo recargada en el sofá de enfrente” (Mejía Madrid, 2007, p.59). El cronista mexicano logra el efecto deseado: comunicar lo opuesto a lo que escribe. Al leer el apartado comprendemos que esa versión del suicidio no puede ser tomada en cuenta, es notablemente falsa. Esta es la forma que el autor encuentra para denunciar las equivocaciones intencionales que se cometen en este caso y, además, en otras líneas nos relata la historia de lucha de Digna, su recorrido como abogada y su compromiso para lograr que los ciudadanos y ciudadanas accedan al goce efectivo de los derechos humanos; un recorrido repleto de amenazas que, dadas las circunstancias que atraviesa México, anunciaban ese final.

Elena Poniatowska, autora del libro De noche vienes, logra reproducir de manera humorística e irónica algunos rasgos de la sociedad mexicana como, por ejemplo, el machismo. Se trata de un elemento clave para comprender la violencia contra las mujeres, ya que desde las prácticas machistas se logran imponer los patrones socioculturales que sostienen la desigualdad de género. Podríamos pensar que a través de Esmeralda (la protagonista), Poniatowska (2008) logra de alguna forma hacer “justicia” con el género femenino.

A Esmeralda se la acusa de estar casada con cinco hombres al mismo tiempo, una práctica ilegal para las mujeres pero no tan mal vista para los hombres. Ante esta acusación una empleada del juzgado en pleno juicio se acerca a ella para decirle: “A mí hasta gusto me da porque el desgraciado con quien me casé, al rato ya tenía otra y hasta le puso casa y aquí me tiene haciendo oficios. Así que qué mejor que una como usted se vengue. Yo le voy a ayudar, chulita, y no solo yo, también Carmelita la del escritorio […]” (Poniatowska, 2008, pp.230-231). El relato es por momentos irónico y humorístico, cuesta creer que un caso semejante pueda ser posible, pero logra mostrar de forma grotesca la mirada de los hombres sobre las mujeres, las emociones contenidas y la angustia por la situación desfavorable en la que se encuentran. La autora también involucra en la narración a agrupaciones y sectores feministas de partidos políticos que se suman al reclamo por la libertad de la protagonista. Lucita, la empleada del juzgado exclamó: “Aunque Esmeralda esté medio piradona, nos sirve de bandera y su lucha es la nuestra” (Poniatowska 2008, p.232). Elena Poniatowska nos muestra las ideas que subyacen en la sociedad y que simbólicamente legitiman todas las  formas de violencia contra las mujeres.

El aporte de Roberto Bolaño

Desde Chile llegan las palabras de Roberto Bolaño para México, para las muertas de Ciudad Juárez. En 2004, un año después de la muerte del escritor, se publica 2666, una novela que se divide en cinco partes. El último apartado titulado La parte de los crímenes constituye un compendio de historias, narradas descarnadamente, sobre los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez desde 1993 (aunque sabe que años antes también existían).

En más de 300 páginas el autor describe detalladamente crímenes de género y logra que estas mujeres asesinadas, que se cuentan de a decenas, tengan rostro, oficio, nombre, edad… También nos advierte acerca de la impunidad que sucede a los delitos, la situación de inseguridad, el temor de una ciudad (que si bien aquí toma el nombre ficticio de Santa Teresa, hace clara referencia a Ciudad Juárez), la situación de los obreros y obreras que trabajan en las maquiladoras; y describe la situación de vulnerabilidad en la que viven muchos niños, que se encuentran juntando desechos en los basurales.

La mayoría de los crímenes se relacionan con ataques sexuales. Las víctimas son mujeres de distintas edades y sus crímenes son una lista que pronto se pierde entre hipótesis que circulan en la comunidad y los papeles que van y vienen entre las dependencias policiales:

comienzo-citas El asesinato de Isabel Urrea, aireado los primeros tres días por su emisora de radio y por su periódico, se atribuyó a un robo frustrado, obra de un loco o de un drogadicto que seguramente quería apropiarse de su coche. También circuló la teoría de que el autor del crimen podía ser un centroamericano, un o salvadoreño, veterano de las guerras de aquellos países, que recaudaba dinero por cualquier medio antes de desplazarse a los Estados Unidos. No hubo autopsia, en deferencia a su familia, y el examen balístico no se dio a conocer jamás y en alguna ida y venida entre los juzgados de Santa Teresa y Hermosillo se perdió definitivamente. (Bolaño, 2004, p. 447)

En el fragmento vemos cómo los medios atribuyen la culpabilidad a la figura del inmigrante y también nos acerca a una realidad que sufren todos aquellos que tienen un familiar desaparecido: la policía no procede de manera que se puedan esclarecer los hechos y nosotros podríamos agregar la información que hoy en día circula, que las fuerzas de seguridad están generalmente implicadas de algún u otro modo en los acontecimientos violentos contra la población.

Muchas mujeres asesinadas en este contexto, son trabajadoras de las maquilas y los alrededores de estas plantas son el escenario más común donde se ejecuta la violencia más salvaje. Bolaño (2004) describe a través de sus personajes la situación desfavorable que viven estos trabajadores y trabajadoras:

comienzo-citas Solo una de las maquiladoras tenía cantina para los trabajadores. En las otras los obreros comían junto a sus máquinas o formando corrillos en cualquier rincón. Allí hablaban y se reían hasta que sonaba la sirena que marcaba el fin de la comida. La mayoría eran mujeres. En el basurero donde se encontró a la muerta no solo se acumulaban los restos de los habitantes de las casuchas sino también los desperdicios de cada maquiladora (p.449).

Los relatos de Bolaño son detallados, nos permiten conocer cada intersticio de la vida de las personas implicadas en estos casos, nos cuenta los gestos, las motivaciones, detalla con crudeza cómo son encontrados estos cadáveres. El relato que construye el escritor chileno constituye una denuncia pública y deja en evidencia el papel de la policía. Así como detalla a las víctimas también nos describe los rasgos de los jefes de las fuerzas, que entre tanta miseria llevan una vida más acomodada que el resto y no cumplen su función. Del mismo modo, muestra a los medios de comunicación como actores indiferentes frente a esta situación: “El ataque a las Iglesias de San Rafael y San Tadeo tuvo mayor eco en la prensa local que las mujeres asesinadas en los meses precedentes” (Bolaño, 2004, p.459).

El texto de Bolaño es ficticio; sin embargo, la crudeza de sus relatos y la conexión que tienen con los hechos reales que cada día se conocen de lugares como Ciudad Juárez nos hacen creer por momentos que estamos leyendo una crónica o un informe forense verdadero. Su obra constituye una expresión más de las denuncias y protestas que los gobiernos mexicanos han intentado criminalizar o invisibilizar en México, aunque resulte ya una tarea casi imposible para el Estado porque esta realidad oscura, sangrienta y planificada encuentra constantemente focos de resistencia y de lucha contra la impunidad.

A modo de conclusión

A través de estas líneas nos adentramos en algunas dimensiones de la vida social mexicana que los sectores dominantes pretenden (ya casi sin éxito) ocultar. Las mujeres constituyen uno de los sectores más vulnerables de la población, los casos de femicidios se multiplican día tras día y detrás de las estadísticas se pierden los nombres y las historias de vida de las víctimas. Los escritores y escritoras a través de sus obras –—que funcionaron como elementos articuladores en el presente artículo–— logran echar luz sobre los crímenes de género. Mediante distintas estrategias literarias se aventuran a la tarea, poco grata, de narrar el horror y de visibilizar la lucha constante de los familiares de las víctimas.
Estos escritores, artistas habilidosos, poseen herramientas y estrategias a través de las cuales logran mostrar los contextos, la circulación de ideas legitimadoras de la violencia de Estado, las encrucijadas en las que se encuentran los actores sociales y las tensiones propias de un contexto de terror. Sus palabras colaboran para mantener activa la memoria, teniendo en cuenta que hace más de dos décadas que estas desapariciones forzadas se dan sistemáticamente. Las organizaciones defensoras de derechos humanos y sus miembros se multiplican como resistencia al horror, a la inseguridad y al desamparo.

En este entramado de violencia el Estado aparece como uno de los principales sospechosos. Asimismo, actores políticos de distintas jerarquías en connivencia con el poder del narcotráfico tienen a la mayor parte de la población como rehenes de sus ambiciones. Pero también es necesario mirar en los intersticios de la sociedad mexicana, porque los Estados operan sobre la base de relaciones preexistentes, sobre relaciones de poder desiguales, históricas.

Los autores nos muestran una sociedad en la que cotidianamente circulan y se reproducen prácticas machistas; nos muestran que existen patrones socioculturales que miden con distintas varas las prácticas de los hombres y las mujeres. En la vida cotidiana, las mujeres se encuentran, en varios aspectos, en una posición desfavorable respecto del género masculino. Sin embargo, nadie puede negar la valentía de las mujeres mexicanas que cargan el peso en sus espaldas de la lucha por encontrar a sus familiares y a los familiares de otros compañeros y compañeras contra un poder que las criminaliza y las desaparece.

Para finalizar quisiera recuperar las palabras de Fabrizio Mejía Madrid (2014), palabras que representan el espíritu de las mujeres mexicanas y de la incansable lucha que llevan adelante para encontrar a sus hijas e hijos muertos en las afueras de las maquilas, en los descampados, en las carreteras, en Ayotzinapa: “A las afueras de los contingentes de esos estudiantes alegres del otoño una fila interminable de señoras levanta letreros hechos a mano. Uno de ellos recaba aplausos: ‘Estar vivo es subversivo. Mantengámonos así’”punto final_it8x12


pastilla_der Notas

[1] Cabe mencionar que la figura de defunciones femeninas con presunción de homicidio (DFPH) funciona como indicador para analizar y realizar comparaciones sobre los feminicidios teniendo en cuenta que, como es expuesto en el informe, no se pudo lograr todavía que “la totalidad de las procuradurías generales de justicia de las entidades federativas integren sistemas de información que permitan hacer un seguimiento de los casos de feminicidio tal como están definidos en los respectivos códigos penales.” (ONU Mujeres, 2016).

[2] Relato de Rosa Zapata a la revista Proceso, que publicó en octubre de 2011 una edición especial llamada Heroínas Anónimas.

 

bibliografia Referencias bibliográficas

Bolaño, R. (2004). La parte de los crímenes. En 2666. Barcelona: Anagrama.

Calveiro, P. (2012). Puntos de partida y La «guerra» contra el crímen organizado. En P. Calveiro, Violencias de Estado. Buenos Aires: Siglo Veintiuno.

Madrid, F. M. (2007). Las muertes de Digna Ochoa y El teatro del crímen. En Salida de Emergencia. México: Mondadori.

Madrid, F. M. (25 de Octubre de 2014). Revista Proceso. Recuperado el 27 de Mayo de 2017, de http://www.proceso.com.mx/385827/el-otono-de-nuestra-indignacion-2

Mujeres, O. (2016). La violencia feminicida en México, aproximaciones y tendencias, 1985-2014. México.

ONU Mujeres. (Abril de 2016). Onu Mujeres. Recuperado el 27 de Agosto de 2017, de http://www2.unwomen.org/-/media/field%20office%20mexico/documentos/publicaciones/2016/02/violencia%20feminicida%20en%20m%C3%A9xico%20aproximaciones%20y%20tendencias%201985_2014.pdf?la=es&vs=4527

Palacios, E. H. (2012). Mexico 2010. Diario de una madre mutilada. México: Ficticia.

Poniatowska, E. (2008). De noche vienes . México: Asociación nacional del libro .

Turati, M. (2011). Unidas por los desaparecidos. Revista Proceso, 26-27.

¿Cómo citar este artículo?

Cardonetti, S. (2017). La narrativa latinoamericana frente a los femicidios en México: el tono de protesta en los relatos de Fabrizio Mejía Madrid, Roberto Bolaño y Elena Poniatowska. Sociales y Virtuales, 4(4). Recuperado de <http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/la-narrativa-latinoamericana-frente-a-los-femicidios-en-mexico/>


Ilustración de esta página: Ortiz, Carolina (2017). Novia (fragmento). https://www.facebook.com/CaroOrtiz1970/.

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