Dossier SyV 23

La escritura de Walsh como modo de justicia

por Leila Torres [1] Leila Torres

Hasta que te das cuenta de que tenés un arma: la máquina de escribir. Según cómo la manejás, es un abanico o es una pistola, y podés utilizarla para producir resultados tangibles, y no me refiero a los resultados espectaculares, pero con la máquina de escribir y un papel podés mover a la gente en grado incalculable. No tengo la menor duda.

Rodolfo Walsh

 

Una vida llena de sentido es la obstinación menos destacada de todos los Walsh que conocemos. El escritor mantiene un estilo de prosa, una visión política, un método de acción y actuación de gran compromiso e insistencia que no solo responde al tamaño de su intelectualidad –original para la época–, sino al deseo de que sobre sí no pesará jamás la vergüenza mediocre, de una vida que solo diera pena. Un transitar opaco e indiferente le revuelve las tripas. Y es así que va moviéndose por sitios disímiles pero siempre fértiles para sus denuncias precisas, certeras, demoledoras, en contra de las estructuras aniquiladoras de las dictaduras argentinas. 

Sus escritos, frases, citas, cartas, revelan su permanente preocupación por una vida revolucionaria, latina, romántica, vehemente. Su vida es conducida hacia la enseñanza: la presencia en los bares, en Montoneros, en las redacciones, en Cuba, fascina y contagia. Su rigor intelectual genera páginas que se convierten en sentencias. Las palabras que organiza una tras otra en cualquier latitud que se encuentre, bajo cualquier condición o tipología textual, son Homilías Fértiles que trascienden los convulsionados años en los que transcurrió su vida. 

Walsh era un apasionado de las actividades profundas. Cruzaba todo lo que olía a humo gris y burdo. Se consideraba parte de aquellas redacciones obligadas a “dar testimonio en tiempos difíciles”. Y en cada paso que daba brindaba una guía espiritual y moral que, sin saberlo, marcaría a fuego a su generación y a otras y otras. 

“Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante; y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología  del llanto, no en la historia viva de su tierra”, señalaba. Y en este aspecto es en donde quizás debamos detenernos con mayor firmeza cuando pensamos qué proponer en las enseñanzas del periodismo o comunicación en las aulas. Que la vida por la universidad y los momentos del aula no se conviertan en “antología del llanto” es un punto horizontal que constituye un obligado caminar hacia esos espacios de gran vitalidad política y esperanza en las escrituras jóvenes que buscan ser grito y virtud entre tanto caos imperante. 

Tiempos críticos para todas las modalidades institucionales y tiempos rebasados de frialdad, indiferencia, precisan de la enseñanza con ganas y empuje de la obra monumental del hombre justiciero, evocador de las lealtades más significativas en el mundo literario, policial y periodístico. Es por ello que en este artículo nos concentramos en la obra de Walsh como fuerza esperanzadora que contrarresta la orfandad de ideas del siglo XXI, el fin de las ideologías, el espectáculo de una humanidad paupérrima. Casi sin necesidad de organizar y cronologizar su obra, diremos que Rodolfo Walsh es un refugio latinoamericano para quienes con gusto a poco buscamos seguir ejerciendo ese periodismo sensible, agudo y atrevido. ¿Pero qué es el periodismo sino las letras para la denuncia de ese pobrerío que más temprano que tarde se verá apretujado por los poderosos y las armas violentas de quienes buscan arrasarlo todo? 

La vida con sentido y con compromiso es lo que en cada momento guía, late y aúlla en los textos de Walsh. Por esto ha logrado trascenderse. Quizás, aunque parezca la insistencia con su obra un capricho forzado por épocas hibridas, de enclaves flojos y bajo la gramática del tiktok, sus escritos junto a su vida tienen la franqueza imprescindible para el ahora.

Como señala Rogelio García Lupo (2008), en el prólogo de El violento oficio de escribir,

comienzo-citasTal vez la clave se encuentra en que Walsh jamás renunció a la regla del periodismo y la información sigue siendo uno de los resortes que despiertan el interés del público. La información de Walsh vuelve a atrapar a pesar de que los protagonistas están muertos, que los conflictos son diferentes y han caído naciones y sistemas políticos.

Walsh no podía escribir de otra manera que como lo hizo siempre, extraordinariamente bien, pero no redactó sus artículos de prensa pensando que estaba labrando una obra literaria. Escribía rápido, sobre todo en la época de la agencia Prensa Latina, cuando los teletipos de La Habana engullían centenares de páginas cada hora. Corregía poco porque sabía que las entrelíneas y los remiendos molestaban a los operadores de las máquinas. Y a causa de estas urgencias y de su obsesión por la exactitud, cuando Walsh escribía, aunque fuera una página, su poder de concentración desconcertaba, hasta podía herir a los demás. Para él, había que depositar la misma dosis de inteligencia y pulcritud en una narración literaria que en un breve despacho “de la mesa”, ese mundo de las redacciones de diarios y agencias donde a menudo tropieza la noticia con el idioma, la emoción, el sentido común

Y en estos tiempos aciagos, de alta precariedad, poder volver a recorrer sus “oficios terrestres”, sus obras y particularmente su formación y escritura, es una necesidad histórica honesta que requiere algo de la mítica valentía del escritor. La voluntad de salirse de “la trampa cultural” que los géneros proponen lleva a Walsh a trazar una vida de política revolucionaria plagada de creaciones literarias, periodísticas, modos y agencias para así formular la literatura y el periodismo más original de los sesenta y setenta. 

Walsh es un intelectual necesario y urgente de estos tiempos desfondados. Su obra y vida son manifiestos políticos y pedagógicos imprescindibles en las formaciones de las nuevas generaciones de periodistas. El entusiasmo que genera su obra se debe transmitir en las aulas, donde en la actualidad se buscan respuestas al difícil oficio de escribir. 

Escribir para qué y por qué; escribir diciendo qué; escribir cuando se siente que todo lo dicho es fugazmente estúpido. En medio de estas angustias apocalípticas, la obra de Walsh es hospitalidad, es una base de respiro a las equivocaciones, una oportunidad para reorganizarnos pos confinamiento y mirar de frente lo difícil. 

Cuando abordamos y leemos a Walsh no solo estamos trabajando al autor de Operación Masacre y desmenuzando la obra que inaugura el Nuevo Periodismo al mismo tiempo que A sangre fría, de Truman Capote. Estamos recorriendo, analizando el pensamiento de un hombre lúcido, destacado y líder para su generación, para todo el campo político juvenil y para todo el periodismo de aquellos tiempos. Su pensamiento transciende las décadas de las que fue testigo y crítico no solo por su fortaleza, sino por la pasión, claridad y contundencia en la manera de expresar las denuncias, las razones, las fisuras, las carencias y violencias de todos los gobiernos de los que fue contemporáneo. Walsh pensó en un cambio radical de las formas: nuevas maneras de escuchar (“hay un fusilado que vive”), producir, construir, denunciar, leer, hacer y ser. 

Su obra magna Operación Masacre es el resultado de una ardua investigación periodística conjunta. Enriqueta Muñiz [2] es su compañera en una sustanciosa indagación. La obra apareció en Buenos Aires en 1957 y es un claro ejemplo de novela de no-ficción. El 9 de junio de 1956 los generales Tanco y Valle se sublevaron contra el gobierno de facto de Aramburu que había destituido a Perón en 1955. El levantamiento fue reprimido brutal e ilegalmente. En los basurales de José León Suárez, un grupo de civiles fue masacrado incluso antes de que fuera dictada la ley marcial.

Walsh escucha la frase “hay un fusilado que vive” y decide contactarse con el sobreviviente. “Livraga me cuenta su historia increíble; la creo en el acto. Así nace aquella investigación, este libro”, expone Walsh en el prólogo de Operación Masacre. El libro se divide en tres capítulos: “Las personas”, “Los hechos” y “La evidencia”. En cada uno de ellos se produce la fusión propia entre periodismo y literatura. En “Las personas” los modos literarios lo impregnan casi todo. Walsh enumera a cada uno de los miembros de la masacre de José León Suárez; es una descripción periodística literaria: cualidades físicas, ocupaciones, rasgos característicos, cómo se vinculaban a los hechos, si sabían lo que estaba por ocurrir o no. 

No incurre en una farsa. Hace periodismo. Un nuevo periodismo: el narrativo. Investigación precisa y redacción exquisita, sostenidas con compromiso político.  En una de las tantas ediciones de Operación Masacre, Osvaldo Bayer (2008) sostiene: “La conciencia era su musa. Su conciencia lo seguía a todas partes. Ese era el parámetro de su vida: su conciencia”. Convicciones y principios democráticos sin lugar para la duda. Es imposible encontrar en la producción de Walsh rastros de debilidad. Se organice como se organice el discurso, su identidad y su condición ciudadana hacen justicia con las teclas: repartiendo panfletos, enviando cartas que estremecen y sacuden. 

Todo es inaugural: la masacre, la operación, la denuncia de que el Estado mataba a sus ciudadanos. La atención puesta en los hechos observados y un registro punzante van a acorralarlo. Logra zafar con la clandestinidad, pero después su vida es el punto que obsesiona a la dictadura eclesiástica, cívica y militar del 76. A este Walsh se lo frena matándolo.

Operación Masacre junto a ¿Quién mató a Rosendo? y algunas piezas más impregnadas de lo policial son entendidas y discutidas permanentemente en las carreras de Comunicación Social. Como expusimos en el inicio, estimamos que ponderar la polifonía de voces y de hechos en la marca Walsh, por quienes enseñamos el oficio más lindo del mundo, es imperioso. No hay intenciones de construir un Hombre nuevo, pero con Walsh nace un sujeto político literario periodístico diferente, singular y esencial, y que en las derivas que permiten las tensiones intelectuales feministas academicistas es imprescindible hoy abordarlo y estudiarlo, más allá de su técnica de lujo en las letras dichas. 

El cuento “Esa mujer”, de Rofolfo Walsh, es quizás el mejor cuento de la historia literaria argentina. Escrito en 1966, gira alrededor de la figura mítica de Eva Perón y su cadáver embalsamado y fantasmal que anduvo escondido por la sede de Inteligencia del Ejército de la calle Viamonte tras el golpe de 1955, y luego tapado con una lona en la calle 25 de Mayo, después de ser robado de la CGT para terminar enterrado en Italia con nombre falso y ayuda del Vaticano. Si este cuento no hubiese sido escrito, quién pudiera seguir pensando el crucigrama de odio de la Argentina proscriptiva. El cuento raro: un vuelo literario que quirúrgicamente logra dar cuerpo al antiperonismo. Ahí nace el mito de Eva. Y el antiperonismo no es una posibilidad sino una calamidad que hay que denunciar. 

La necesidad walshiana de sacarse de encima la vergüenza nacional, lo lleva a escribir en cualquier género. Teclea para no sangrar. Camina y arma una agencia de noticias para poner a todos a pensar dónde están esos sitios y hechos que el joven de lentes gruesos aborda. 

Los escritos y obras de Walsh son manifiestos políticos y tratados morales y éticos que gritan la necesidad de pensar una vida con sentido, con pasión y coraje. Es en el texto de “Carta a Vicky” donde el autor dice y le enseña a generaciones enteras lo maravilloso que es morir por otros. En “Cartas a mis amigos”, Walsh describe con profunda admiración y amor a Vicky, su hija. Destaca sus convicciones, su fuerza sindical y su labor periodística. “Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba”, dice en unas líneas para sus cercanos.

Ambas cartas son consideradas textos íntimos, no periodísticos. Las categorías convencionales señalan que las cartas tienen valor testimonial y documental, pero no forman parte del campo cultural Periodismo. Pero, si lo personal es político, estas epístolas son insoslayables en la formación profesional de quienes ven en las escrituras la exploración técnica de lo inescrutable. 

En 2018, la gran escritora y periodista argentina María Moreno publicó Oración, libro donde problematiza las cartas del periodista rionegrino a su hija Vicky y a sus amigos acerca de la muerte de esta. Walsh, a través de Moreno, nos propone pensar las prácticas de escritura, parentesco y la forma de construir la memoria de una hija muerta en un “combate heroico” y de la hija viva que solo es contraste por y ante la ausencia de aquella y que es rehén de una historia familiar cuyo legado le ha sido asignado contar, narrar y preservar por mandato paterno. Vicky y Patricia son en la escritura de y por Rodolfo Walsh. Las hace hablar y se convierte en dueño de sus historias, sus problemas, sus militancias y también sus silencios prolongados. 

Las tres vidas se recorren. Pero las cartas elegidas por Moreno para su obra hablan de Vicky en rebalse y de Patricia mediante los cuestionamientos que plantea frente a la muerte extraordinaria que imagina y recrea el padre una y otra vez. Walsh sostiene que Vicky pronuncia una sentencia épica:

comienzo-citasDe pronto, dice el soldado, hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. ‘Ustedes no nos matan’ dijo el hombre, ‘nosotros elegimos morir’. Entonces se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros.

Vicky hablará también con y por su cadáver y por la niña que queda viva tras el asalto a su casa por parte de las Fuerzas Armadas. Hablará y será constantemente vinculada y revinculada a lo sagrado, heroico y casi mesiánico por las visitas que promocionará su padre al dejar una carta testimonial, periodística, epistolar en sí misma, que dará vueltas el mundo en busca de esa lectura que falta que es la de su propia hija suicidada. 

La relación que Walsh tiene con sus hijas y principalmente con “la Hija” es muy intrigante, honesta, de gran admiración y potencia. “No podré despedirme, vos sabés por qué. Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizás te envidio, querida mía”, reza un fragmento de la carta de Rodolfo a su hija Vicky, transcripta y analizada en el ensayo de Moreno.

Oración se detiene en dos cartas que escribió Rodolfo Walsh: a su hija Vicki, días después de su muerte (un texto asimétrico, dirá Moreno, ya que su principal destinataria no puede leerla), y a sus amigos, tres meses después de la muerte de su hija. 

La díada Rodolfo-Vicky es de una celosía literaria muy contundente. Inaugura en la narrativa argentina el amor político filial como nunca antes se lo había pensado, habitado o imaginado. Moreno resalta esto en Oración: a través del análisis de las cartas de Walsh se puede leer cómo el padre plantea la orgullosa siembra que él hizo en Vicky. Con ella, a diferencia de Patricia, sí constituye un “nosotros”: ambos combaten, viven en clandestinidad, son militantes cómplices y especialmente grandes referentes el uno del otro. 

Moreno, a partir de esta genialidad de libro, nos demanda pensar el vínculo entre padre e hijas/hijas en un contexto de desmantelamiento del Estado y la imposición del terror. ¿Quién cuida a quién? ¿Quién lleva con más hidalguía el elefantiásico legado paterno? ¿Quién es más libre: la que se mata o la que vive y termina siendo la dueña de la historia, del relato? 

Las cartas son un recorrido punzante sobre los padecimientos setentistas, los cuerpos, el goce, la libertad como irreverencia, el desconsuelo de un hombre que duela sin cuerpo, que llora en movimiento, que escapa de la barbarie. Walsh está orgulloso de Vicky. Lo dice en sus cartas, que Moreno considera de un feroz valor testimonial documental más que epistolar. Entiende que en las cartas hay una especie de literatura anónima que busca destinataria, que propalan denuncia y que marcan un hito en la historia de las narrativas periodísticas biográficas intimistas. 

 

icono notas Notas

[1] Leila Torres es doctora en Política y Comunicación (Universidad Complutense de Madrid). Docente e investigadora (Universidad Nacional de La Rioja). Periodista feminista. Directora del proyecto educativo y de extensión universitaria “Letras en libertad”.

[2] Nació en Madrid en 1934, transcurrió su infancia en París y Bruselas, y a los dieciséis años llegó a la Argentina con su familia. Desde entonces, desarrolló una actividad intensa y polifacética. Antes y después de involucrarse con Rodolfo Walsh en la investigación de los fusilamientos ocurridos en José León Suárez, realizó traducciones en Librería Hachette, escribió literatura infantil y una novela de ciencia ficción y también ejerció el periodismo cultural. Cubrió festivales de cine, participó de programas de radio y televisión y colaboró en La Gaceta Literaria, Vea y Lea, La Nación, Platea, Siete Días y El Hogar. En La Prensa, trabajó durante quince años, fue prosecretaria de redacción y dirigió el suplemento cultural. Integró la Academia Nacional de Periodismo y fue distinguida con los premios Konex (Ciencia Ficción y Literaria), Municipal de Novela, Gente de Letras y Al Maestro con Cariño del Taller Escuela Agencia de Periodismo. Falleció en Buenos Aires, el 18 de noviembre de 2013. 

 

icono notas Bibliografía

Arrosagaray, E. (2006). Rodolfo Walsh, de dramaturgo a guerrillero. Buenos Aires: Catálogos.

Bayer, O. (2008). Rodolfo Walsh: tabú y mito [prólogo]. En Walsh, R. Operación Masacre. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.

Dawyd, D. (2012). Del semanario al libro. La escritura del Rosendo de Rodolfo Walsh como construcción del vandorismo en la Argentina del peronismo fracturado. Trabajo y Sociedad. Sociología del Trabajo-Estudios culturales- Narrativas sociológicas y literarias. Vol. XV, n.° 18.

García Lupo, Rogelio (2008). Prólogo. En Walsh, R. El violento oficio de escribir. Obra periodística (1953 – 1977). Buenos Aires: Ediciones de la Flor.

Gilman, C. (2003). Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina. Buenos Aires: Siglo XXI.

Jozami, E. (2006). Rodolfo WalshLa palabra y la acción. Buenos Aires: Norma.

Lafforgue, J. (Ed.) (2000). Textos de y sobre Rodolfo Walsh. Buenos Aires: Alianza.

Moreno, M. (2018). Oración. Carta a Vicki y otras elegías políticas. Literatura Random House.

Romano, E. (2000). Modelos, géneros y medios en la iniciación literaria de Rodolfo J. Walsh. En Lafforgue, J. (Ed.) Textos de y sobre Rodolfo Walsh. Buenos Aires: Alianza.

Sigal, S. (1991). Intelectuales y poder en la década del sesenta. Buenos Aires: Puntosur.

Walsh, R. (1957). Operación Masacre, un proceso que no ha sido clausurado. Buenos Aires: Sigla.

— (1694). Operación Masacre y el expediente Livraga. Buenos Aires: Continental Service.

— (1967 [2013]). “Nota al pie” en Cuentos completos. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.

 — (1968 [2013]). “Un oscuro día de justicia”. Cuentos completos. Buenos Aires: Ediciones de la Flor. 

— (1969). Operación Masacre. Buenos Aires: Jorge Álvarez Editor.

— (1973). Caso Satanowsky. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.

— (2004). Operación Masacre. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.

— (2007). Ese hombre y otros papeles personales. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.

¿Cómo citar este artículo?

Torres, L. (2022). La escritura de Walsh como modo de justicia. En Rodolfo Walsh, a 45 años de su desaparición [dossier]. Sociales y Virtuales, 9(9). Recuperado de http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/la-escritura-de-walsh-como-modo-de-justicia/

 


Ilustración de esta página: UNQ (2017). Clínicas Walsh. Obras exhibidas en la exposición colectiva “Nosotros, Rodolfo”, que se gestó a partir de las obras producidas durante las clínicas.

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