por Lucía González1
Es un honor para mí haber sido convocada por la revista Sociales y Virtuales para ofrecer mi testimonio como primera generación de universitarios, porque soy de los/as tantos/as egresados/as de las universidades públicas del conurbano bonaerense que pueden dar fe de la importancia de no ceder ni un centímetro en la concepción de que la educación superior es un derecho de todos y no un privilegio para unos cuantos.
La universidad pública y gratuita, aparte de incluir educativamente, es la herramienta más eficaz para formar un pueblo organizado, una comunidad con conciencia política capaz de hacer frente y denunciar los atropellos de la élite político-económica contra los derechos sociales en general.
La universidad pública y gratuita, además de incluir, también es una forma de construir un segundo hogar, como ocurrió en mi caso, luego de tener que abandonar mi primer hogar, mi familia, mi país, mis raíces, mi patria. Porque con la comunidad universitaria aprendí que ser inmigrante no es un delito, que ser pobre no me hace portadora de un estigma, que el saber menos que otros no me hace inferior a nadie y que mi posición socioeconómica es un impedimento e implica muchas dificultades para muchas cosas pero nunca debe ser motivo de vergüenza alguna ni frente al más poderoso del mundo.
La universidad pública y gratuita no solo es una entidad que otorga títulos de carreras profesionales; también, a través de la comunidad universitaria, es una herramienta de fortalecimiento personal en cuanto a la concienciación de que la dignidad es un valor irrenunciable independientemente de la posición social o de origen; y que los derechos adquiridos deben ser no solo defendidos, sino sobre todo respetados.
Finalmente, la universidad pública y gratuita debe ser garantizada siempre y exclusivamente por el Estado, dado que la educación en todos sus niveles es fruto de la educación superior y es allí donde debe fortalecerse a través de políticas públicas inclusivas que brinden la posibilidad de acceso sin restricciones.
Fui testigo de la universidad pública y gratuita que describo. Siendo inmigrante limítrofe, pobre y sin ningún tipo de ayuda “extra”, yo pude ingresar a la Universidad Nacional de Quilmes y luego egresar como licenciada en Ciencias Sociales con orientación en Investigación Social. No fue solo meritocracia ni obra divina. Hubo un Estado presente, un proyecto social de país desde donde se pensó que el inmigrante necesitaba papeles para ser y hacer, para trabajar y educarse. Hubo un Estado desde donde se pensó que las universidades debían ser fortalecidas con becas, subsidios de investigación, financiamiento. Y así gané un subsidio en 2009 con el cual me pude comprar mi primera netbook, con la que estoy redactando este texto. Asimismo, gané una beca de investigación y docencia por un año, gracias a la cual pude dejar mi trabajo y dedicarme de lleno a la confección de mi tesis. Esta última, una vez aprobada, fue adaptada al formato de libro y presentada en un concurso de publicaciones de la UNQ. Resultó seleccionada y fue publicada en la serie tesis 2015. Eran tiempos de financiamiento, de la educación como política de Estado.
La UNQ también me otorgó la beca total para hacer el Doctorado en Ciencias Sociales y Humanidades en 2014, pero no pude seguir por mi reciente maternidad que se me había complicado por problemas de salud.
Sintetizando mi experiencia, la universidad aún tiene un pendiente conmigo: la inclusión laboral. Pero tengo la absoluta certeza de que más temprano que tarde lograré incursionar en el campo laboral profesional y con ese afán y entusiasmo sigo formándome. Acabo de terminar en CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales) un posgrado en Especialización en Políticas Públicas para la Igualdad en América Latina con excelentes docentes de varios países de Latinoamérica, España y Portugal. Y estoy en la mitad de otro posgrado en CLACSO llamado Diploma Superior en Programa de Actualización en Docencia Universitaria. Ambos posgrados fueron posibles gracias a becas de más del 70 %. Y finalmente, vuelvo al que fuera por mucho tiempo mi segundo hogar: la UNQ me acaba de otorgar la totalidad de la beca para realizar el Posgrado en Especialización en Docencia Universitaria. ¡Comenzaré en septiembre!
Soy Lucía Dominga González Duarte. Mamá con dedicación exclusiva de Agustín, mi niño de 3 años y medio; esposa de Isidro Núñez Monges desde hace 23 años; oriunda de Paraguay con residencia permanente en Argentina desde 2005, pero vivo aquí desde junio de 1995.
Tengo once hermanos y soy la más chica. La única egresada de una universidad pública en la familia. Mi papá fue hasta el segundo grado y mi mamá terminó primer grado.
Los pobres, los inmigrantes, los “negros”, los de abajo también llegamos a la universidad, siempre y cuando la dirigencia política al mando sea capaz de administrar un Estado presente, garante y promotor de todos los derechos, incluyendo la educación superior.
¡Universidad pública y gratuita!
¡Universidades del conurbano presentes!
¡Universidad Nacional de Quilmes presente!
Nota
[1
] Lucía González. Licenciada en Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Quilmes.
Ilustración de esta página: Cortés, Roberto (2017). Piquete de colores (fragmento).
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