por Melisa Romano
Resumen
El presente artículo tiene como finalidad indagar brevemente sobre cómo el ser humano representa su propio mundo, sus realidades y como estas en las diferentes épocas fueron influenciadas por el contexto histórico, construyendo así el concepto de verdad a través de la expresión artística. Este recorrido comienza con el hombre primitivo y abarca la Grecia arcaica y clásica, el cristianismo, el Renacimiento y el Barroco, tomando en cuenta el significado que en cada caso se le otorga a lo verdadero, lo bello en lo estético, su producción artística y cómo en la actualidad aquel arte auténtico trasciende el tiempo, se fusiona y se reinterpreta como expresión atemporal, personal y crítica.
Palabras clave: arte, estética, verdad.
Érase una vez… en que el hombre prehistórico experimentó algo mágico: podía representar la realidad de la naturaleza a través de las pinturas rupestres que dibujaba en las piedras dentro de las cuevas, eran imágenes de mamut, ciervos y bisontes, presas que les pertenecía, ya que al pintarlas de manera imitativa lograba tener poder sobre ellas, alcanzando su verdad.
Cuando salió de la caverna, el hombre neolítico se convirtió en un poseedor de lo simbólico, representó la realidad desde el ritual, imitando a la naturaleza con elementos rituales: máscaras, plumas, cantos y danzas. Ya no era la imagen lo que le otorgaba poder sobre la naturaleza, sino una representación conceptual y simbólica de la realidad; allí habitaban dos verdades, el visible colmado por lo sensorial y el invisible habitado por los espíritus buenos y malos.
El rito en la Grecia arcaica se verbalizó con el mito, que era un relato de la realidad en que el hombre buscaba alcanzar la verdad de las cosas, el origen del ser. “Por don divino los poetas interpretan a los dioses” (Platón, 1997, p. 258). Los dioses del pasado les explicaban a los hombres, a través de la narración poética y el conocimiento mítico religioso, la verdad y la belleza revelada.
En oposición surge el logos, el uso de la razón como expresión filosófica, el amor por la sabiduría, que demuestra que los hombres por medio de su raciocinio podían relatar el origen. Según Platón, lo verdadero, bueno y bello está presente en el mundo de las ideas y no en las apariencias del mundo sensible de las imágenes.
En El Banquete platónico Diotima le describe a Sócrates el camino de ascenso al Eros: “[…] camino que conduce a los cuerpos bellos, a las almas bellas de las bellas virtudes a las bellas leyes, de éstas a las bellas ciencias, hasta alcanzar finalmente la única ciencia, la ciencia de lo bello” (Trías, 1998, p.29) donde la poiesis es el pasaje del no ser al ser, o sea del mundo sensible al ideal, por medio del impulso erótico del Eros, entendido como acción productiva, que se encuentra expresada en las obras artísticas.
Continuando con la Grecia clásica, la acción trágica en la vida de los hombres es una verdad ambigua, donde se enlaza lo racional con lo irracional y la acción en contraposición de mandatos divinos. En la obra Edipo Rey de Sófocles el protagonista en su ignorancia comete actos desacertados, da muerte a su padre y se casa con su madre, y cuando conoce la horrible verdad, Edipo se arranca los ojos, la ceguera actúa como simbolismo, ya que fue ciego por su ignorancia y luego por su intelecto. El arte trágico transforma la realidad en verdad, según Aristóteles forma parte de un aprendizaje del sujeto mismo a partir del error.
Después de indagar sobre la verdad, lo bello y lo bueno en el arte griego, el cristianismo en la Edad Media encuentra, en la revelación divina e inmutable, el camino hacia lo bello y verdadero en las imágenes (arte iconográfico). El arte estaba relacionado con temas bíblicos o teológicos, los protagonistas principales eran Cristo, la Virgen María o los ángeles. Se los situaba aplanados en el centro de la pintura y de un tamaño bastante grande. Para los hombres la realidad era espiritual y lo invisible de las divinidades se contemplaba a través de la imagen, siendo puramente simbólico y no realista.
En el Renacimiento, por el contrario, se buscaba la representación mimética, despojándose de lo sagrado; el artista cobra significación, ya que tiene una visión subjetiva, creadora de la belleza física y de las emociones retratadas; se unificaba el arte con la belleza, a diferencia de lo que planteaba Platón, donde el camino a la belleza no incluía al arte.
Leonardo Da Vinci expresaba que por medio de la pintura se podía construir un objeto de conocimiento, siendo el arte y la ciencia motores de creación. El uso de las matemáticas y la geometría le otorga perspectiva a las pinturas: “[…] los artistas de la vanguardia renacentista […] eran arquitectos, ingenieros y artesanos, además de pintores” (Crosby, 1998, p.148). En la literatura se destaca a William Shakespeare, un poeta que mezcla lo trágico, lo cómico y la verdad con la falsedad.
Los cambios sociales, las guerras y las luchas reformistas forman parte de esa imperfección de la realidad, en esculturas, la arquitectura decorativa y lo monumental, se expresó el arte Barroco.
Desde la angustia del devenir, se le dio paso a la modernidad. Cambia la relación con Dios, el arte y la ciencia se bifurcan e interpretan las verdades en el mundo desde diferentes perspectivas; por otro lado, el tiempo y el espacio tendrán otro significado.
La experiencia del hombre en sus diferentes épocas llevó a que el arte se reinterpretara, “cuando los pintores y los escultores copian a maestros anteriores […], cuando incorporan, citan, distorsionan, fragmentan, transmutan motivos, pasajes, configuraciones representativas y formales de otro cuadro y escultura en los propios” (Steiner, 1991, p. 16). Por otro lado, se establece un vínculo entre el arte y el mundo de las ideas, también al arte actual se lo crítica por no ser auténtico, ya que “todo” es arte, se masifica y expande a través de la información, la tecnología, llegando a la publicidad y al consumismo.
La relación del hombre con el arte es personal, su interpretación está influenciada por sus estados de ánimo y sentimientos, ya no representa la realidad del mundo tal cual es de manera mimética, sino como una percepción de ella.
Hoy el arte nos invita a la creatividad, a un significado alternativo, a su belleza en todos sus aspectos. El hombre busca incesantemente la verdad en su propio mundo real, quizás desde lo divino o desde lo racional, unificándose en el arte como una expresión de creación y representación concreta o abstracta del mundo para poder, así, darle sentido a su existencia.
Referencias bibliográficas
Crosby, A. (1998). La pintura. En La medida de la realidad (pp. 137-163). Barcelona: Editorial Crítica.
Sófocles (1992). Edipo Rey. En Tragedias. Madrid: Ed. Gredos.
Steiner, G. (1991). Una ciudad secundaria. En Presencias reales (pp. 11-68). Barcelona: Ediciones Destino.
Platón (1997). Ion. En Diálogos I (pp.243-270). Madrid: Ed. Gredos.
Trías, E. (1998). Platón: la producción y el deseo. En El artista y la ciudad (pp.23-52). Barcelona: Anagrama.
¿Cómo citar este artículo?
Romano M. (2019). La expresión artística como construcción de verdad. Sociales y Virtuales, 6(6). Recuperado de http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/articulos/la-expresion-artistica-como-construccion-de-verdad/
Ilustración de esta página: Calcagnini, M. (2019). Crecer, agua bajo el puente (fragmento). [Técnica mixta sobre papel misionero]. En Programa de Cultura (Coord.) “Exposición 30 años, 30 obras”. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. Clic en la imagen para visualizar la obra completa