por Patricia Sepúlveda[1] Con la colaboración de Victoria Obregón[2]
Cuando comenzamos a escribir esta nota nos duraba la alegría por la aprobación en el consejo superior de la resolución sobre el reconocimiento de la identidad de género autopercibida. Este hecho alienta a pensar en una agenda con perspectiva de género para nuestra casa de estudios. La percepción se asienta en la identificación de una continuidad en las iniciativas llevadas a cabo: la creación del Programa de Acción Institucional y Protocolo para la Prevención de la Violencia de Género, las declaraciones en favor de la legalización del aborto y, más recientemente, las charlas sobre el sentido común patriarcal, la adhesión a la ley Micaela y el compromiso de organizar capacitaciones que incorporen la perspectiva de género en todos los ámbitos de nuestra institución.
Cuando recibimos la propuesta de escribir sobre los temas que no deberían faltar en una posible agenda feminista decidimos empezar por la vieja y cuestionada, pero no por ello menos presente, heterosexualidad obligatoria: ¿discutida?, por supuesto, ¿superada?, no aún. Sin embargo, podemos dar cuenta de nuestro pequeño paso adelante.
Desde el 24 de julio, tal como establece la Ley Nº 26.743 de Identidad de Género, en nuestra universidad, a solo requerimiento de la persona interesada, el nombre de pila adoptado en razón de la identidad de género autopercibida será utilizado para la citación, registro, legajo, llamado y cualquier otra gestión, aunque este no coincida con su nombre y sexo registrales. La resolución permite garantizar en el ámbito académico y administrativo el cumplimiento real y efectivo de los derechos que la ley consagra. Con Daniel Badenes elaboramos la resolución y la articulación con los distintos espacios de gestión de la universidad. Las tareas realizadas constituyeron un aprendizaje en sí mismo y una toma de conciencia de lo profundamente enraizado que está, en nuestras instituciones, el imperativo heterosexual y que desandarlo será una tarea de todes.
No se nos escapa que padecemos una situación aciaga de gobernanza, que ha demostrado hostilidad hacia los derechos conquistados, sobre todo, en lo relacionado con las mujeres y las sexualidades no binarias, aunque el cómputo es mucho más amplio. Leyes como la de Educación Sexual Integral, de Matrimonio Igualitario, de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres y de Identidad de Género ven su aplicación devaluada, recortados sus recursos, en suma: amenazadas.
El modelo económico de ajuste y exclusión tiene efectos nocivos en la educación, la salud y las condiciones que definen una vida digna de ser vivida para gran parte de la sociedad y es sabido que las poblaciones feminizadas y las minorías se ven aún más perjudicadas. Las formas concentradas del poder económico dan más fuerza al patriarcado y solo lograremos hacerlo temblar cuando asumamos la necesidad de sumarnos a proyectos colectivos igualitarios, solidarios y que promuevan la redistribución de recursos. Porque las formas de violencia son muchas, variadas y de una crueldad mayúscula, pero erramos si creemos que solo con respuestas punitivas resolveremos el problema.
Por eso, para recorrer el espinel de temas centrales de nuestros feminismos elegimos hacer una reproducción sui generis de la charla que en mayo tuvimos con María Pia López en torno a su libro Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates (2019)[3] .
El libro, que pertenece a una colección que se llama Plan de Operaciones, convoca a quienes lo leen a participar de un espacio abierto a diversas formas de pensamiento, a establecer diálogos prolongados, a “buscar la charla”. Se estructura alrededor de ejes enunciados como ¡Basta! a partir de los cuales nos propone recorrer una geografía de problemas. No solo se trata de una invitación al debate, sino que incluye ideas para nutrirlo, porque detrás de lo que aparentan ser sencillos capítulos se distingue la traducción de una enormidad de textos teóricos. Se trata de un basta producto del hartazgo, que, sin negar las diferencias de tonos, estrategias y lenguas, se articula en un grito común. El sujeto que enuncia este basta visceral es múltiple: mujeres, cuerpos disidentes, cuerpos acosados, violados, agredidos, conquistados, mal pagos, maltratados, excluidos, racializados.
Intentaremos, entonces, desarrollar un texto que cabalga entre la reseña, el diálogo entre varias voces y la reflexión compartida. Así como la presentación del libro se construyó como una charla entre la autora, la siempre incisiva Dora Barrancos, Victoria Obregón y Patricia Sepúlveda, este artículo incluye nuestras reflexiones y revisitas al tema, acaecidas en lo que va de este año intenso.
Decíamos más arriba que haríamos una reproducción sui generis, con eso queríamos decir que, las autoras de esta nota, nos hacemos enteramente responsables del reflejo que de la charla haremos aquí, porque lo usamos para resaltar nuestros intereses. El juego con la tipografía permitirá a les lectores identificar nuestros enlaces, conexiones y preguntas hechas en negrita, de las citas casi textuales realizadas.
Primera estación: la urgencia de analizar la tendencia punitivista
Y ahí, antes de que María Pia comenzase a hablar, en la presentación inicial, Dora disparó su interpelación, la más urgente: el tema de la punición entendiendo que el brote punitivista tuvo en las universidades una manifestación particularmente intensa.
Preguntó por los escraches y refirió a su genealogía para destacar los casos en los que la enunciación pública de hechos aberrantes resultó valiosa y en los que no. Hizo referencia concreta al caso Darthes, en el que luego de una serie de probanzas acerca del hecho denunciado, se realizó la denuncia pública. Y destacó, en ese caso, el valor de la constitución de un colectivo de enunciación, que se hizo cargo de la denuncia y construyó un amparo de mutualismo. Así, lo diferenció del escrache en las redes. Volvió al ámbito universitario y propuso repensar las fórmulas de denuncia, ante lo que consideró la sobreexigencia de castigos en nuestros espacios y la inclinación a la figura de la castración como si fuera la única respuesta posible. Al mismo tiempo, planteó la necesidad de encontrar un estado de resolutividad que no permitiese la impunidad y donde la punición fuese una de las posibilidades, no la única y con proporcionalidad.
Provocativamente preguntó: ¿Es lo mismo que un tipo eventualmente diga una guarangada a une compañere al acoso sistemático que ejerce un individuo? ¿Es lo mismo lo que puede ser un maltrato eventual a la sistematicidad de este en un ambiente de trabajo?
Consideró que eran cuestiones para sopesar. Y en relación con esto hizo referencia a los protocolos en contra de la violencia machista existentes en nuestras universidades. Señaló: Nos consta que no bastan los protocolos, tenemos que hacer otras cuestiones, tenemos que establecer acciones preventivas, los propios protocolos deberían ser instrumentos pedagógicos y no solamente punitivos. Reforzó su atención al ambiente universitario “donde rápidamente hay incendios e intenciones del orden de la castración” y a lo que en el libro se denomina “ostracismo fantaseado”.
La respuesta de María Pia rescató la diferenciación entre los tipos de escrache como punto de partida para reflexionar sobre la punición. Señaló que lo relevante en los feminismos argentinos, en el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans, fue haber podido diferenciar la cuestión de la violencia contra las mujeres de la de la seguridad y ponerla en relación con el Movimiento de Derechos Humanos. Porque, de lo contrario, la respuesta a la violencia hubiese sido pedir más cárceles, más años de encierro, más dureza de las leyes, más policía. Y los feminismos de argentina no han pedido eso, porque lo que pretenden es lograr un orden más justo que piense en la justicia y la reparación.
Y enfatizó: Los agrupamientos más masivos de los feminismos argentinos cuando salieron a decir “Ni una menos” lo enfocaron como una cuestión de derechos humanos que no se pueden resolver con más policía. Eso apareció como un descubrimiento colectivo que al mismo tiempo se complejizó en el momento en que apareció la palabra escrache en juego. El escrache es una invención que estaba dentro del repertorio de luchas del Movimiento de Derechos Humanos, de la agrupación HIJOS. Y, como dijo Dora, tenía que ver con una denuncia colectiva de crímenes que habían sido probados y estaban impunes y una organización que definía los modos de señalarle al barrio y a los vecinos que ahí vivía un genocida.
Pensemos el abismo que hay entre ese uso de la palabra escrache y la idea de escrache como la estamos usando en estos tiempos, el escrache en redes, a veces un escrache individual que deja a la propia denunciante en situación de intemperie. Porque tampoco puede enunciar esa voz rodeada de comprensión y amparo, es muy distinto al orden de lo colectivo. Y al mismo tiempo se toma la sola denuncia como prueba en sí, y como una prueba que evita la graduación de la pena. Esto nos pone ante situaciones muy complejas porque, por un lado, estamos diciendo “no somos punitivistas”, pero, al mismo tiempo, algo del orden de la pena se juega y se juega con una fuerza enorme. Y tiene que ver con la imagen del ostracismo, que se combina con otra, la fantasía de que podemos estar en lugares resguardados de toda amenaza.
María Pia sostuvo, entonces, que para dar una respuesta a este problema complejo hay que hacerse preguntas: ¿Qué idea de justicia ponemos en juego? ¿Qué sería hacer justicia con personas cuyas prácticas son patriarcales y que han sido constituidas como tales por un conjunto de normas y conductas sociales que nos construyeron a nosotras mismas, pero a las que nosotras ya dijimos BASTA? Sobre todo, cuando todos esos individuos construidos en el patriarcado, que han quedado desfasados de nuestro BASTA, conviven en las instituciones con nosotras, en las universidades, en los espacios de trabajo, en la calle. ¿Cómo hacemos con esas personas si creemos que es necesario hacer justicia, reparar, pero al mismo tiempo no excluir?
Propuso que, así como combatimos contra la idea de que haya otras lógicas de exclusión, que sistemáticamente definen una cantidad de cuerpos, de personas que no valen y que pueden ser sujetos sin derechos, los feminismos tenemos la posibilidad de decir si estamos peleando por un mundo más justo, un mundo donde pedimos menos penas y más prevención; o pedimos menos penas y más educación sexual integral.
Pero también sabemos, argumentó, que eso es para el mediano plazo, y que es un mediano plazo que a todas las compañeras que están viviendo situaciones de humillación, de agravio, de ofensa, no les alcanza. Y está bien que no les alcance.
Entonces, junto a la pregunta por la justicia y la exclusión, la autora agregó una nueva sobre la reparación: ¿Podemos construir una noción feminista de reparación del daño? ¿Podemos construir una idea feminista de reparación de lo que hemos sufrido y de lo que sucede? Su respuesta fue que debemos pensar en una propuesta de reparación compleja porque deberá, por un lado, implicar que algunas personas transiten un cierto reaprendizaje de sus conductas y, por otro, que nosotres tendremos que poder abrir espacios para que eso ocurra.
Volviendo al paralelo con la lucha por los derechos humanos, María Pia hizo referencia a una anécdota: Una amiga que declaró en los juicios de lesa humanidad muchos años después de haber sido detenida desaparecida, me dijo: “Yo declaré sabiendo que no le aumentaba ni un minuto la pena, porque ya estaba condenado a perpetua, y sin embargo ir a declarar funcionó como una instancia de reparación”.
A partir de lo cual su propuesta fue: Si la instancia del decir público funciona como reparación, quizá también tengamos que construir ámbitos donde poder alojar la denuncia, poder tramitarla colectivamente y poder generar instancias de reparación para las personas afectadas, ofendidas, humilladas, violentadas y, al mismo tiempo, que las instituciones hagan un esfuerzo en reconvertirse a partir de eso.
Y agregó: Alguna vez escuche a alguien que decía que “más que pensar que haya zonas libres de machistas, lo que nos implicaría expulsar a mucha gente, tenemos que imaginar instituciones libres de machismo. Es decir, donde esas personas no tengan cabida, ni poder, ni posibilidad de ejercer conductas machistas”.
Es difícil porque el atajo es expulsar con nombre y apellido y decir: a esta persona ya no la tenemos más en nuestra institución. Sin embargo, el esfuerzo institucional más severo tiene que ser el de construir formas específicas donde ningún abuso pueda suceder y, al mismo tiempo, generar espacios para alojar la palabra de las personas que han sido violentadas.
Segunda estación: víctimas, protocolos y un grito de ¡basta!
María Pia se adelantó a nuestras inquietudes respecto del rol funcional que desempeña la figura de la víctima en los sistemas represivos del neoliberalismo. Y también a la pregunta por el interés, que ha demostrado en esta gestión de Gobierno nacional, por estimular la creación de protocolos universitarios de prevención de la violencia contra las mujeres, como si la única cuestión para abordar temas que incorporen la perspectiva de género fuese la violencia contra las mujeres.
Y explicó su preferencia por la figura de “personas que han sido violentadas” a la categoría de víctima considerada muy problemática. Cuando testimoniamos, en general, hablamos como víctimas. Pero, al mismo tiempo, si somos parte de un movimiento con la fuerza que tienen los feminismos contemporáneos es porque dejamos de ser víctimas. Es más, el lugar más cómodo para el orden patriarcal es poner a las mujeres en el lugar de víctimas. Para el neoliberalismo patriarcal no hay mejor salida que un feminismo victimizante y punitivista; que nos reconozca a nosotras como víctimas y que pidamos penas. Por eso, cuando pensamos con qué imágenes enfrentamos esa operación sobre las mujeres, hay que hacerlo sabiendo que lo que estamos disputando es mucho más grande. Y que estamos discutiendo, también, cómo se constituye esta sociedad, lo que implica no aceptar fácilmente el lugar del castigo y el de la victimización. Es decir, recordar siempre que no somos víctimas, aunque hayamos pasado por situaciones de victimización.
Y sobre la política de “protocolizar” las instituciones reflexionó: Me parece que los protocolos, por lo menos en el funcionamiento que yo estoy viendo, son instrumentos necesarios, pero al mismo tiempo deben ir acompañados de una suerte de construcción de poder y recursos feministas, donde las compañeras estudiantes, profesoras, trabajadoras de una universidad no busquen una tercerización de su propia acción, porque también eso es problemático.
Si nos reivindicamos como mujeres creadoras, activas, potentes, sujetos políticos, no está bueno delegar en otres la resolución de los conflictos. Y en muchos casos los protocolos aparecen como esa vía donde me siento ahí y soy la victima que pide que la institución resuelva esta situación y perdemos la agencia, que es una agencia de red. Es bueno agenciarte con tus compañeras del curso, de oficina, con otras profesoras… ¿cómo hacemos para bloquear a este tipo?
Concluyó resaltando el riesgo que implicaría perder la fuerza de la acción feminista. Porque si nos expropian eso, la verdad es que nos reducen a un lugar de impotencia muy complicado, aunque sean compañeras feministas las que pongan en juego los protocolos.
En la charla le preguntamos, por un lado, cuál fue su basta fundamental, el primero, el más fuerte. Y por otro, en el marco de la emergencia de los feminismos populares, le pedimos que nos ampliara su posición al respecto.
En principio se reconoció como una “feminista tardía” y señaló que para llegar al feminismo, en este sistema patriarcal que es engañador, tuvo que salirse de su propia experiencia singular y que las fichas le fueron cayendo tarde. Su toma de conciencia tuvo que ver con empezar a escuchar en los encuentros de mujeres.
Y después tuvo que ver con una sensación, hacia 2014 fundamentalmente, de que estábamos entrando en una espiral de violencia o que se hacía más visible esa espiral, que tenía trazos cada vez más cruentos sobre el cuerpo de las mujeres y cuerpos feminizados, que era inaceptable. Y en parte eso tuvo relación con la emergencia posterior del “Ni una menos”, tomar nota de que esa misma sensación la tenía mucha otra gente. Y que apareció como una salida colectiva a algo que empezamos a ver como demencial, ¿qué estamos en Ciudad Juárez? Recuerda mucho ese estupor y la imagen de los primeros meses de 2015 con una serie de adolescentes jóvenes que aparecían asesinadas y en bolsas de basura. Esa impresión de que se estaba produciendo un nuevo tipo de crueldad en la Argentina, que estábamos en un umbral. Y que, pasando ese umbral, si no lográbamos frenarlo socialmente, no había mucho retorno. Esa fue la impresión.
Encontró ahí su primer basta, muy vinculado a la experiencia de otras que venían amasando en los encuentros nacionales de mujeres militancias feministas en organizaciones que no eran colectivos feministas, pero tenían sus frentes de género como los feminismos piqueteros.
Y ahí enganchó con la respuesta a la pregunta sobre los feminismos populares que para ella implicaron un giro interesante porque aportaron una masividad callejera que se desconocía y el enlace de una agenda feminista con cuestiones más amplias y complejas. Por ejemplo, toda la secuencia de los paros intencionales de mujeres, que resultan fundamentales en tanto ponen la cuestión del trabajo, la producción y la capacidad de crear valor en el centro de la escena.
Hizo referencia a una historia fluctuante de peleas entre grupos, pertenencias, tradiciones y políticas diferentes. Señaló que, a diferencia de otras feministas que consideran que solo se es feminista si se es antineoliberal, ella suele decir “todas somos feministas” y lo que debemos discutir es qué adjetivos le ponemos a los feminismos. Y tomó como ejemplo la discusión que se armó en torno al discurso de (la diputada Silvia) Lospennato en favor del aborto en diputados.
¿Qué pasa con Lospennato? Tenemos que aceptar que la misma diputada que hace un gran discurso como hizo por la legalización del aborto, tres meses antes había hecho un tremendo discurso a favor de la reforma previsional que quita derechos a las trabajadoras argentinas de un modo brutal. Bueno, tenemos que poder pensar eso sin el atajo de decir: Lospennato no es feminista o es feminista de mentira. No, es feminista, hay un punto en su agenda donde podemos tener acuerdo, pero en el fondo de todo vamos a tener un enorme desacuerdo. Porque lo que desde los feminismos populares tratamos de construir como idea de vida, idea de cuerpo, idea de organización, idea de sociedad… es completamente distinta.
Rescató todo el proceso construido por los paros internacionales de mujeres, la fuerza que implicó reapropiarnos del 8 de marzo como el día de la mujer trabajadora. Y, al mismo tiempo, darle un contenido que fue muy interesante. Porque pudimos discutir todo eso a lo que llamamos trabajo y todo aquello que no lo es. Desde el trabajo en la casa y el trabajo de cuidados hasta el trabajo en la economía informal. Y haber podido discutir todo eso a la vez me parece que abona un feminismo de una gran densidad.
Tercera estación: sujetas políticas
Y la continuidad natural de la charla nos llevó a preguntar por su propuesta de que cualquier armado político tiene que tener la agenda feminista desde el principio, de que no puede ser una cosa que venga después de un triunfo electoral. Su respuesta señaló que, para cualquier partido, cualquier frente, sería una locura desaprovechar la presencia feminista porque es una efectiva fuerza rebelde.
Y agregó: Cuando se nos dice “bueno chicas, por qué no se sacan los pañuelos un rato y esperan que ganemos las elecciones. Dejemos eso para después porque nos parte el campo nacional y popular, nos genera conflictos que no son prioritarios, porque lo prioritario es el hambre”. Le parece que es caer en una trampa muy grande, porque si aceptamos que la única cuestión central es la del hambre, entonces la gestión de lo social pasa a ser una gestión de asistencia social. Si nosotras decimos que estamos poniendo en juego una idea de vida que no se limita a lo biológico, que no se aplana a las necesidades básicas, si no que recurre a todo eso y hace comedores populares, al mismo tiempo que pide legalización del aborto; estamos poniendo en juego una idea de vida que es mucho más interesante porque significa que de la vida también nos hacemos cargo. Nos hacemos cargo, la desarrollamos con autonomía y lo que decimos que se llama vida es una vida autónoma.
Con gran claridad explicó su visión: Hoy el gobierno neoliberal tiene dos estrategias para tratar lo popular: el modo (Patricia) Bullrich de criminalización y el modo (Carolina) Stanley de distribución de fondos. Nosotros tenemos que combatir, a la vez, contra esos dos modos. Y para poder combatir contra ambos modos tenemos que poner en juego otra idea de vida y otra idea de derechos, una idea de vida que implique considerar la autonomía. Y en ese punto no podemos aceptar que una parte enorme de la población sea considerada ciudadana de segunda, es decir, que no tenga derecho a decidir sobre su propia existencia y su propio cuerpo.
Puso como ejemplo la cuestión del aborto porque es la que se usa cuando se dice: “Bueno chicas, dejen la agenda un rato de lado”, porque el problema es con el Vaticano, con la Iglesia o con las organizaciones. Insisto, tenemos que poner la cuestión del aborto y al mismo tiempo ponerla de un modo que el feminismo liberal no lo puede o no lo quiere poner. Que es decir aborto con Ministerio de Salud, con plan de vacunación, con parto respetado, con hospitales dignos, con derechos a la salud. Porque la opción liberal es Lospennato legalización del aborto sin Ministerio de Salud.
El esfuerzo argumentativo radica en decir: como nosotras defendemos la vida, defendemos que las personas que quieran ser madres y tener hijos tengan acceso a hospitales y a un sistema de salud donde tener esos hijos, criarlos, cuidarlos, vacunarlos, llevarlos al médico. Queremos todo eso y que también tengan una asignación universal por hijo digna y que haya escuelas dignas. Queremos todo eso porque defendemos la vida y la familia. Y al mismo tiempo defendemos el derecho de que quienes no quieren tener hijos tengan acceso al sistema de salud para interrumpir un embarazo. Por eso el planteo es que un frente antineoliberal tiene que poder engarzar la defensa del Ministerio de Salud, la legalización del aborto y, al mismo tiempo, el parto respetado; si no, el proyecto nos queda chueco de un lado.
Después de estos tremendos argumentos quedó clara la importancia de la incorporación de la agenda feminista a la confrontación política por su carácter revolucionario y transformador, y su posición frente al neoliberalismo.
Cuarta estación: ni una menos
Fue Dora la que disparó la pregunta acerca del surgimiento del movimiento “Ni una menos” y cómo vivió María Pia la oleada masiva en las calles: ¿Tenían alguna previsión o las tomó de sorpresa?
Respondió: El primer 3 de junio tuvo una particularidad: fue una fecha con mucha cobertura mediática. En parte porque uno de los grupos organizadores, eran como dos grupos que confluían, uno de los grupos eran periodistas del mainstream, las que estaban en el corazón de los medios y, además, con una consigna con la cual nadie puede estar en desacuerdo, porque ¿quién puede estar en desacuerdo con la idea de que no hay que matar mujeres? Se sabía que iba a ser una marcha masiva y que se iba a hacer en todo el país. Igual cuando me di cuenta de la masividad yo pasé mucho miedo. Una infidencia, el día anterior había estado reunida con el secretario general de la Presidencia y habíamos acordado que no iba a haber seguridad. Acordar eso y después ver que era una movilización enorme y con la particularidad de que muchas de las personas que allí estaban no sabían moverse en una movilización, que eran personas nuevas en la calle, dio miedo. Sin embargo, también fue una extraordinaria sensación ver que se producía algo del orden de la hospitalidad, que en la calle no había conflictos, que había cierta facilidad con las personas cuidándose entre sí.
Y la segunda cuestión para destacar respecto de la sorpresa, sobre la que preguntaba Dora, es que cuando se discutió ese primer documento no nos animamos a incluir el pedido de legalización del aborto. Dijimos “derecho a la autonomía sobre el cuerpo” y no decía legalización. Lo digo para pensar todo lo que hemos socialmente construido para que el año pasado hayamos podido hacer las vigilas fenomenales frente al Congreso por la legalización del aborto. En 2015 no nos atrevimos a decir legalización del aborto ante esa plaza y el documento era tibiamente feminista. Muy tibiamente.
Porque mientras la calle, ya era una calle feminista, se veía en los carteles que llevaban las personas lo que iba a ser el programa del “Ni una menos”, que ese 3 de junio estaba en la calle, no en el documento. Quiero decir, estaba ahí y era poder dialogar con eso, no con lo que habíamos pensado que iba a ser. Y por eso digo, la sorpresa fue fenomenal y extraordinaria y diría fue la calle construyendo un acontecimiento, es decir, no las personas que hicimos redes 20 días antes, sino las que ese día se movilizaron y le pusieron el contenido real a lo que iba a ser el feminismo masivo y callejero en la Argentina, y que me parece que terminó de cristalizarse con las vigilias, fue magnífico.
Y vale aquí recordar que en el último capítulo de su libro titulado “Sujeto político” Pia señala que las movilizaciones, aun cuando surgen de la rabia, se transforman en una fiesta y lo que en este caso se festeja es la emergencia de un sujeto “político innominado, poderoso, hacedor, inquieto”, que surge más allá de toda identidad política preexistente y cuyo objetivo es poner en jaque a muchas de ellas, tensionarlas a través de un ejercicio reflexivo. Y plantea que las performance y ritualidades de los feminismos constituyen la puesta en escena de corporalidades disidentes, brillos y montajes, evidencias de que todo cuerpo es construcción política. Y nos lleva la arrolladora movilización en torno del aborto. A su criterio la respuesta a nuestra fuerza movilizada y atemorizante fue la ofensiva reaccionaria que intentó no solo mantener el aborto en la oscuridad, sino limitar, incluso, la aplicación del aborto no punible habilitado por ley desde 1921. Advierte que nos quieren disciplinadas, desmovilizadas, sumisas y que aspiran a “hacernos volver al redil”.
Nuestra pregunta apuntó justamente a recuperar esta idea respecto de la reacción de los conservadurismos que se evidenció a partir del 8 de agosto y la no sanción de la ley de interrupción voluntaria del embarazo.
Efectivamente, después del 8 de agosto la situación se volvió mucho más dramática de lo que era antes, porque los sectores antiderechos fueron contra la interrupción legal, contra la ley de 1921. Y en Brasil, porque tampoco podemos descuidar el escenario regional, ganó una derecha con un programa explícitamente misógino, racista y clasista. Es decir, hay una reacción de las derechas que tiene que ver con que advierten nuestra fuerza, se sienten amenazados y reaccionan a la altura de esa amenaza. Eso me parece que es lo que va a caracterizar la escena, con grupos muy activos que saben que tienen que confrontar a un adversario como el que constituimos, que también es muy activo, muy organizado, o no muy organizado pero que inventa sus modos de articulación y de organización. Y, al mismo tiempo, conviene volver sobre algo de lo que hablamos antes: ¿vamos a aceptar que los partidos, los sindicatos y los frentes nos digan quédense calladas? Nos van a decir “chicas, eh, basta”. Y va a haber y hay, de hecho, intentos de disciplinamiento en todos los espacios. Y hay, frente a los intentos de disciplinamiento, una fuerza que ya tiene algo de irreversible. No me gusta usar esa frase en política, porque es falsa y lo digo porque sabemos que todo se puede revertir, lo hemos visto, pero al mismo tiempo siento que hay algo del orden de la transformación de las existencias, de ese basta encarnado, digamos, de eso que ya nos resulta inaceptable, que tiene mucho que ver con las prácticas cotidianas de los afectos, y de la vida en general, y eso ya transcurrió. Y eso que ya transcurrió, cuando vamos cambiando de generación y pensamos en les más jóvenes, es mucho más evidente. Ahí, hay un cambio muy radical y muy abrupto. Entonces, en ese punto, aun cuando no se manifieste como identidad política, creo que en ese punto hay algo que es difícil que la ofensiva reaccionaria pueda volver atrás.
¿Querrán evitar que demos ESI (educación sexual integral) en las escuelas? Probablemente querrán evitarlo, pero ya hay una generación que fue educada de ese modo, no se reconoce con los binarismos y quiere romper las normas. Y soy muy optimista con el aspecto juvenil de las fuerzas. Creo que ahí apareció otra experiencia de vida.
Lo que a mí me preocupa mucho es si esa fuerza va por un lado y la política va por otro. Si esa fuerza, si esa existencia modificada, raudamente modificada, lo hace en el plano de la cotidianidad, los afectos y la vida en común, pero no tiene traducción política y lo que se hace en términos de identidad política adquiere formas más conservadoras, ahí estamos fritas… porque lo que termina de agotarse es nuestra posibilidad de ser un sujeto político que interviene en todos los planos y que tiene que modificar las ideas en su conjunto. Es ahí donde estamos hoy, les diría para mí que 2019 es el año en que los feminismos caminamos al filo del abismo porque podemos perder todo o convertirnos en otra cosa.
Relacionado con esta percepción María Pia señaló que, en su opinión, hay un movimiento al que se nos conduce (a los feminismos) y es a limitarnos a una agenda de género. Esa sería una trampa mortal, porque sería limitar nuestra acción política a una agenda estricta de género. Y eso nos convierte en sujetos de las fundaciones o en pequeños colectivos multiplicados hasta el infinito. En este año, por ser un año electoral, estalló la transversalidad. Y si no logramos construir estrategias de transversalidad y, al mismo tiempo, de costura de los temas de la agenda feminista con otros temas, nos convertiremos en cotillón y eso es dramático.
Y ya casi sobre el cierre Dora Barrancos puso su cuota de inveterado optimismo: Yo voy a poner una nota optimista, sin renegar de lo dicho, efectivamente creo que la cosa es compleja, pero es compleja para la machirulada, no es compleja para las mujeres. Creo que no hay posibilidad, ninguna, de que haya emisores machistas como los había antes. Nada más que por complacencia con lo políticamente correcto hasta el más machirulo de los emisores que corresponden a nuestro espacio político, y no hablamos de los de afuera, tienen mucha prudencia al menos. Es imposible pensar que van a organizar nada sin las mujeres.
“Insisto en mi optimismo, porque las cosas están tan malas que hay que dejar el pesimismo para épocas mejores”.
Entonces, María Pía tiene razón, estamos en la cornisa. Pero no nos vamos a caer de la cornisa, eso lo puedo asegurar. Pero no porque sea un íntimo convencimiento, sino porque conozco un poco de cerca algunas organizaciones del fuste nacional y popular. Sí, es verdad que ha habido desencuentros dolorosos, pero las chicas no se han ido de los espacios. ¿Esto qué quiere decir? Que las chicas no se van de ese lugar, yo misma lo he aconsejado, donde hay algunas energúmenas tendencias machistas “funden su propio grupo, no se queden esperando”.
Y, finalmente, una frase que ya es una firma de Dora: “No hay que ingresar esa zona oscura de pesimismo preventivo”.
Y cómo podríamos ser pesimistas si esas palabras de cierre las dijo la actual candidata a senadora nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, si terminamos de escribir esta crónica después del urnazo del 11 de agosto. Sabemos que será difícil, que de tanta destrucción no se saldrá con soluciones mágicas, pero estamos unides, estamos juntes y tenemos proyectos de articulación con los feminismos que buscan devolver derechos, promover más dignidad, más equidad y defienden, en nuestro caso específico, un proyecto de universidad pública abierta e inclusiva.
Notas
[1] Feminista, docente investigadora, coordinadora de la Cátedra Abierta de Género y Sexualidades del Departamento de Ciencias Sociales. Consejera Superior UNQ.
[2] Feminista, tutora académica UVQ, integrante de la Cátedra Abierta de Género y Sexualidades. Directora de Género y Políticas de Protección de Derechos FCAyF-UNLP.
[3] La presentación del libro Apuntes para las militancias (2019) de María Pia López se realizó el 6 de mayo de 2019 en la Universidad Nacional de Quilmes, Bernal.
Referencias bibliográficas
López, M. P. (2019). Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates. La Plata: EME.
¿Cómo citar este artículo?
Obregón, V. y Sepúlveda, P. (2019). Una agenda, posible, de las preocupaciones feministas 2019. Sociales y Virtuales, 6(6). Recuperado de http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/debates/una-agenda-posible-de-las-preocupaciones-feministas-2019/
Ilustración de esta página: Vricella, S. A. (2019). 8M: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir (fragmento). [Fotografía]. En Programa de Cultura (Coord.) “Exposición 30 años, 30 obras”. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. Clic en la imagen para visualizar la obra completa