por Fernando Elbio Vittorini
Súbito y tranquilo, como el aire en el ojo
del ciclón.
Vimos el mismo destello, nos inundó una luz mortal,
nada pudimos escuchar.
¿Por qué paró tu reloj y no el mío? ¿Cómo elige Dios?
¿Elige? ¿Estuvo?
Vanos intentos de bocas sordas, sus caras borradas
de humo que huele a metal,
toman mi mano, levantan tu cuerpo. Limpian mi sangre
y lloran sobre la tuya.
¿En qué pervertida ambición abrevó su fe esa misa?
¿Cuál fue su cruz, cuál su estrella?
Partimos un mísero pan en apócrifa eucaristía,
nuestra sangre fue el vino.
Me preparé para morir, no para sobrevivir
esta cuesta.
El mismo ritual macabro que a vos te quitó la vida,
a mí me quitó la muerte.
¿Quién sacará el hielo dormido de mis pies a la intemperie?
¿Quién, para conseguir yerba?
¿Quién señalará las sombras para mostrarme al enemigo?
¿Quién, para corregir mis cartas?
Algunos días me permito recordar tus afanes,
el resto trato de olvidarlos.
Regresó mi carne, mi alma sin un ala y mi voz
para contar tus historias
de maestro guerrero, y pedir a tus alumnos:
honren las letras de un héroe,
inspírense en quien pudo no ir y dar la espalda,
pero fue, y dio el corazón.
Como la montaña sobre roca, la Patria se yergue
en hombros de sus héroes.
Vivís en nuestra turba, marchás con la legión que ruge
en el himno y la bandera.
Tu cara en el bronce y la trompeta tocando silencio
apenas son un consuelo.
¿Cómo citar este artículo?
Vittorini, F. E. (2022). A Claudio Alfredo Bastida [poesía]. Sociales y Virtuales, 9(9). Recuperado de http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/a-claudio-alfredo-bastida/
Ilustración de esta página: Villano, E. (2016). Vista desde el faro del Cabo San Felipe. En las islas predomina el terreno rocoso y la turba, en planicies levemente onduladas, cuya sierra más alta alcanza los 700 m de altura [fotografía]. Serie Malvinas.
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