por Daniel Vera
“Solo hay un punto del que no hay retorno. Ese es precisamente al que hay que llegar”
Franz Kafka
Pienso que posiblemente ese punto sea el del querer saber, el del querer aprender, el del sentirse realmente filósofo… No hablo de un título ni de ninguna clase de acreditación: hablo de descubrir que la pasión por el estudio, por conocer objetivamente y por buscar explicaciones es un punto de no retorno. Una vez que se llega a él se hace imposible regresar. Si conocer más me ayuda a clarificar no solo mis ideas, sino mis luchas cotidianas, a confirmar mis sueños y utopías, quiere decir que estudiar para conocer y saber me convierte en alguien más libre, más pleno, más completo, más humilde, más humano. Poder sorprenderme de todo lo que no sé, de todo eso que ignoraba, de todo aquello que no tenía ni idea de que existía, de las mil bifurcaciones que se derivan de cada camino iniciado es seguir creciendo en esa búsqueda incesante del conocimiento.
Por distintas circunstancias de la vida, plenas de otros tipos de aprendizajes, recién a los 38 años comencé a estudiar en un profesorado de Sociología de mi querida Córdoba (si bien soy del interior de esta provincia, ya hace como 30 años que vivo en la Docta). Tenía muchos miedos: si bien siempre fui lector, temía a los exámenes, a no estar a la altura de las circunstancias, a fracasar en el intento. Las sabias palabras de una mujer, mi compañera de vida, fueron claves: “¡Intentá!”. Fue un sapere aude doméstico, un estímulo kantiano simple y objetivo. Y me lancé con esa expectativa que despierta ese posible punto de no retorno. Transcurrí los cuatro años del profesorado sin problema. Cuando cursaba el último, me despidieron del trabajo (trabajaba en un depósito de una marca de ropa de mujer). La indemnización de esos más de 14 años trabajados como empleado de comercio me permitieron terminar el profesorado y comenzar a dedicarme a tiempo completo a mi nueva profesión: la docencia. Objetivamente puedo decir que el estudio me salvó: hubiera sido muy difícil conseguir trabajo con 42 años y sin profesión.
Y el punto de no retorno seguía en pie. De a poco iba consiguiendo más horas de trabajo, pero quería seguir estudiando. Muchas de las oportunidades que se presentaban eran bajo la modalidad presencial y, como no podía dejar de trabajar, las perdía. Ante este panorama, debo confesar que lo virtual no me atraía: me gusta el cara a cara con la o el profe. Pero el contexto y las circunstancias se encargaron de presentarme la UVQ: un compañero de otro profesorado me dijo que me fijara “porque estaba buena”. Averigüé, me informé y —ya con el intentá incorporado gracias al punto de no retorno— me lancé a la aventura de la Licenciatura en Ciencias Sociales y Humanidades. ¡Maravillosa experiencia!
Puedo decir que me sentí joven, pleno, lleno de vida y energía (más allá de que el asma, el cáncer de tiroides y los dolores de un cuerpo ya ahora con cincuenta años parezcan desmentir esa sensación). Zambullirme en las profundidades de la historia, en las aguas revueltas de la sociología y la antropología, en la humanidad de la geografía, en las intrigas de la filosofía y en esos miles de mundos a los que te conduce la literatura fue y es un viaje interminable, una historia sin final de la que uno es protagonista. Entonces, la militancia política, la sindical y la de la lucha por la justicia se llenan de contenidos que se hacen cuerpo en las luchas cotidianas, ahí en las calles, en ese lugar sagrado donde se reivindican los derechos de todas y todos.
La UVQ me permitió humanizarme. Sí, porque pienso que el estudio nos humaniza, ya que nos hace libres, nos potencia la confianza en nuestras decisiones, nos acerca más a quienes compartimos la vida cotidiana. La UVQ me permitió ser filósofo y no porque mi acreditación sea también en Humanidades, sino porque me ayudó a desarrollar esa pasión por el conocer, por el saber, por el aprender. La UVQ me permitió estar seguro de que todo, como toda revolución, parece imposible hasta que se vuelve inevitable. Porque esa tarea, aparentemente titánica, depende de nosotros, de nuestra lucha, de nuestra pasión y también de nuestra racionalidad y objetividad.
Toda la vida agradeceré la oportunidad que me dio la Universidad Nacional de Quilmes a través de su modalidad virtual. Por ese motivo, invito y aliento a todas aquellas personas que hayan llegado a ese punto de no retorno en el querer saber y aprender a que aprovechen esta oportunidad que nuestra universidad les brinda. Y con Kant les digo: ¡Sapere aude! (¡atrévete a saber!).
¡Gracias!
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Apellido, N. (2019). título. Sociales y Virtuales, 6 (6). Recuperado de http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/testimonios/intentar/
Ilustración de esta página: Polito, F. (2019). Utopías embarcadas (fragmento). [Grabado en linóleo]. En Programa de Cultura (Coord.) “Exposición 30 años, 30 obras”. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. Clic en la imagen para visualizar la obra completa