por Graciela Mónica Amescua
Resumen
El presente artículo propone reflexionar sobre la noción gramsciana de hegemonía y sus vínculos con el modelo de acumulación del capital del actual Gobierno de Cambiemos en Argentina. De manera particular, coloca el eje en el discurso del Gobierno, las alianzas y enfrentamientos y los efectos diferenciales de sus políticas públicas. Se sostiene que el Gobierno de Macri construyó un sentido común, de matriz neoliberal, basado en valores individualistas que desmembraron la solidaridad colectiva y modificaron la estructuración de las relaciones sociopolíticas. Esto, a su vez, incidió en los modos sedimentados de identificación y acción política. El poder neoliberal no solo oprime, sino que permite naturalizar las ideas dominantes a través del consenso. El marketing y las corporaciones mediáticas imperantes, asimismo, contribuyen a promover sus intereses particulares bajo un modo universal.
Palabras clave: Gobierno de Cambiemos, hegemonía, políticas neoliberales.
Introducción
Este trabajo tiene como objetivo reflexionar sobre los sucesos políticos que se han originado con la llegada al Gobierno nacional de la coalición Cambiemos en diciembre de 2015. A partir del uso del concepto de hegemonía que desarrolló Antonio Gramsci —al que nos aproximamos a partir de los textos de Thwaites Rey (1994) y Hernán Fair (2018a)—, se muestra cómo el neoliberalismo, en este caso representado por la alianza gobernante PRO, UCR y Coalición Cívica, intentó construir un proyecto hegemónico exitoso. La construcción de sentido común permite naturalizar, a través del relato político-discursivo y las políticas públicas, la dominación y las formas de explotación social de los sectores dominantes, ahora representados por un gobierno integrado por CEO que comparten los mismos intereses de clase (Fair, 2018b). Ello sin dejar de lado que, en este proceso de reconstrucción de la hegemonía neoliberal, los medios de comunicación, las nuevas estrategias comunicacionales y el marketing político cumplen un rol central.
La conformación hegemónica
Como intelectual marxista y político comunista, a Gramsci le preocupaba que la revolución socialista pudiera llevarse a cabo con éxito. Ello lo condujo a estudiar aspectos que la teoría de Marx no había previsto en su tiempo. Como señala Thwaites Rey (1994): “Los cambios producidos en la situación internacional y en la propia Italia impulsarán a Gramsci a reflexionar sobre aspectos y cuestiones no abordados, o no profundizados hasta entonces, en la teoría marxista” (p.6). Gramsci entiende que el poder de las clases dominantes no solo se ejerce con elementos coercitivos, ni tampoco mediante meras relaciones económicas derivadas del proceso productivo, sino también y sobre todo a partir del control político-ideológico del sistema educativo, de la religión y de los medios de comunicación. Es por esto que el campo ideológico y el cultural pasan a ser aspectos fundamentales a la hora de la disputa política, ya que los sectores dominantes del sistema capitalista se sirven de las instituciones y del uso del lenguaje para mantener su hegemonía. Dice Thwaites Rey (1994):
En torno al concepto de Estado, sociedad civil y hegemonía, es importante destacar que Gramsci, ahondando en esta problemática, pretende advertir que el fenómeno de la dominación en las sociedades capitalistas modernas es un proceso complejo en el que además de los aparatos de coerción, que representan una especie de «límite último» que garantiza la pervivencia del orden burgués, interviene toda una serie de mecanismos de transmisión ideológica tendientes a lograr un consenso que le otorga bases más sólidas a la dominación (p.3).
Para garantizar su dominación, el Estado capitalista, dirigido por la burguesía, mantiene las condiciones para asegurar el patrón de acumulación existente y, a la vez, articula una serie de demandas e intereses generales de las clases subordinadas, que es la forma no percibida de naturalizar la desigualdad, dominación y explotación social de la clase dominante sobre la clase trabajadora. Un ejemplo es la incorporación de los obreros al sistema como consumidores y propietarios, una clara estrategia utilizada para alejarlos de las ideas revolucionarias. El concepto gramsciano de hegemonía muestra la transformación de la ideología de la clase dominante en sentido común para el resto de la sociedad. Gramsci considera de vital importancia la desarticulación de las bases ideológicas y culturales representadas en las instituciones burguesas que garantizan la reproducción y permanencia del sistema capitalista.
Señala Thwaites Rey (1994):
Lo que con mayor énfasis quiere destacar Gramsci es que la clase dominante ejerce su poder no sólo por medio de la coacción, sino además porque logra imponer su visión del mundo, una filosofía, una moral, costumbres, un «sentido común» que favorecen el reconocimiento de su dominación por las clases dominadas (p.13).
Cambiemos: contraofensiva neoliberal
Mauricio Macri, líder de la coalición Cambiemos (PRO-UCR-Coalición Cívica), llega a la presidencia luego del triunfo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales frente a su oponente Daniel Scioli, del Frente para la Victoria, el 22 de noviembre de 2015, con el 51,34 % de los votos (Dirección Nacional Electoral, 2015). Asume el gobierno nacional con un nuevo estilo político y comunicacional. La Alianza Cambiemos mantuvo en el transcurso de su gestión un relato basado en las consignas de campaña: pobreza cero, lucha contra el narcotráfico y la corrupción, y unir a los argentinos, enfáticamente expuestas por Mauricio Macri en su primer discurso presidencial, el 10 de diciembre de 2015:
Este gobierno que iniciamos hoy va a trabajar incansablemente los próximos cuatro años para que todos los argentinos, especialmente aquellos que más lo necesitan, al terminar, estén viviendo mejor (…) La mayoría de los argentinos que votó por nuestra propuesta fue basado en tres ideas centrales, ellas son: pobreza cero, derrotar el narcotráfico y unir a los argentinos (…) Quiero hacer especial énfasis en otra intención básica del período que hoy empieza, este gobierno va a combatir la corrupción” (RT en Español, 10 de diciembre de 2015).
Durante el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2011 y 2011-2015) se polarizó el debate público, la entonces presidenta ubicó a sus adversarios en un campo antagónico: lo nacional, popular y democrático frente a lo oligárquico, neoliberal y dictatorial (Varesi, 2016). Cambiemos supo aprovechar esta polarización binaria para posicionarse como la fuerza política que venía a terminar con esas confrontaciones y a “cerrar la grieta”. Pero estas expresiones solo quedaron en eslóganes de campaña, ya que, lejos de terminar con las confrontaciones, una vez en el poder el macrismo profundizó la grieta, olvidando rápidamente la promesa de la “revolución de la alegría”. En un discurso pronunciado el 3 de septiembre de 2018, Mauricio Macri señaló:
Debemos madurar como sociedad y no seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades ni convivir más con la corrupción (…) Recibimos un Estado que gastaba mucho más de lo que recaudaba, no había reservas en el Banco Central, había un montón de cepos y distorsiones en la economía (…) Encima aquellos que se oponen al cambio, pronostican el caos para generarnos miedo (…) Pero, ¿saben qué?: la última palabra la tenemos nosotros, los argentinos que estamos hartos de un pasado que no debe volver (…) Los argentinos queremos que nuestro país sea mucho más que una colección de cuadernos escandalosos, quizás esta sea la última oportunidad que tenemos de que la verdad salga a la luz (Diario K, 03 de septiembre de 2018).
El deterioro de la transparencia y las condiciones institucionales y en parte también socioeconómicas que venía experimentando el kirchnerismo en sus últimos años, le permitió al macrismo hacerse fuerte en su crítica al populismo “estatista”, denunciando corrupción en el gobierno kirchnerista y proponiendo un cambio cultural en la sociedad argentina (Vommaro, 2017). El rechazo de amplios sectores sociales al “pasado” kirchnerista, la estrategia basada en la estética, la forma de comunicar y sus consignas “Sí, ¡se puede!”, “¡vamos juntos!” (spots de campaña, 2015[1] ), y la presentación de la imagen pública de los integrantes de Cambiemos sonrientes y “positivos”, le permitieron al Gobierno, a pesar de las medidas antipopulares impulsadas, sostener un importante nivel de aprobación de la sociedad en su primer año de gestión[2].
En un artículo publicado en 2012, Fair, en referencia a los años noventa, analiza la creciente sedimentación de lo que define como el “discurso político de la antipolítica”, que promueve el deterioro general de esta práctica. Señala que: “Esta despolitización discursiva, favorecida por el accionar político de las empresas concentradas de medios y sus «intelectuales orgánicos», le permitió al neoliberalismo hegemonizar el espacio público, al tiempo que despolitizaba a la propia ciudadanía” (Fair, 2012, p.15). En la actual experiencia de Cambiemos, el neoliberalismo profundiza en la primacía de la imagen y el marketing por sobre la palabra política. En este sentido, resulta relevante retomar un texto de 1996 de Lechner en el que se refería a cómo esta construcción de poder modificaba las formas tradicionales de representación política y deliberación ciudadana:
Cuando el don de la palabra es restringido por el manejo de la imagen, cambian las estructuras comunicativas sobre las que se apoyan tanto las relaciones de representación como las estrategias de negociación y decisión. Los dispositivos del marketing no reemplazan, pero modifican la deliberación ciudadana (p.6).
En este sentido, los medios masivos de comunicación, en especial la televisión, son importantes elementos de construcción de la cultura política, no solo por el contenido de los mensajes que transmiten, sino también por las formas y estilos de comunicación, el énfasis en la imagen y la manera de presentación de la noticia y de los protagonistas (Landi, 1992).
Otra de las condiciones que contribuyó a la construcción del relato del “cambio”, además de las denuncias de corrupción, la manipulación de datos del Indec y los procesamientos de funcionarios públicos, fueron las limitaciones económicas de los gobiernos kirchneristas sobre todo entre 2011 y 2015. En el período comprendido entre 2003 y 2015 el Estado tuvo un rol muy importante de intervención en algunos de los aspectos del modelo de acumulación, a través de la regulación del mercado y cierta redistribución progresiva del ingreso, pero no produjo rupturas ni cambios profundos en la matriz productiva que permitieran radicalizar el proceso que se había iniciado en 2003 (Castells-Schorr, 2015).
Al respecto, señala Wainer (2018):
Las limitaciones que presenta una economía dependiente como la Argentina, cuya máxima expresión es la restricción externa, encuentran su génesis en los intereses de su clase dominante, la cual ha demostrado no estar dispuesta a traspasar ciertos umbrales en términos de distribución del ingreso. Las necesidades políticas del kirchnerismo terminaron impulsando una política económica que se tornó inconsistente con las tendencias predominantes del modo de acumulación a nivel local, pero que, a la vez, no logró transformarlo sustantivamente dado el carácter contradictorio y policlasista de su base social (p.24).
El aumento de los índices de pobreza y de precarización laboral[3] , le facilitó al nuevo gobierno aplicar medidas que permitieron la reorientación económica centrada en el mercado, la especulación financiera, el modelo de agronegocios y la minería a escala, en un contexto de restricciones económicas autoproducidas por la propia decisión de Cambiemos de despojarse, desregular y liberalizar la economía, eliminando retenciones y controles comerciales y financieros en el mercado, con el objetivo de promover la inversión privada (Vommaro, 2017).
La ruptura de las alianzas de integración regional con los países del Mercosur, la confrontación con Venezuela, la postura en apoyo al golpe institucional que destituyó a Dilma Rousseff en Brasil y la convalidación del gobierno de Temer, el pago a los fondos buitres luego del éxito obtenido por el gobierno anterior en la ONU en el planteo de regulación internacional de estos fondos en reconocimiento a la soberanía de los Estados y el retorno a las “relaciones carnales” con EE.UU. fueron indudables posturas ideológicas que revelaron claramente el giro tomado también en materia de política exterior, en sintonía con su discurso de matriz neoliberal (Varesi, 2016).
Lejos de solucionar los problemas de la inflación, la pobreza y la precarización laboral, la serie de medidas adoptadas por Cambiemos —devaluación, techo a las paritarias, recortes presupuestarios en educación y en el sistema de ciencia y técnica, tarifazos de gas, luz y agua, aumento del transporte, apertura de importaciones, despidos de empleados estatales, aumento de precios en medicamentos y suba de las tasas de interés, entre otras— fueron deteriorando la situación social. A menos de un año de gobierno, según los datos publicados por el CEPA (Centro de Economía Política Argentina) en agosto de 2016, sobre estimaciones realizadas en el Gran Buenos Aires y la Región Pampeana que incluyen a la provincia de Buenos Aires, el 38 % de la población de ambas regiones se encontraba en situación de vulnerabilidad, indigencia o pobreza, que siguió agravándose hasta la actualidad. No obstante, apoyado en una fuerte campaña electoral[4] y un blindaje mediático extraordinario, Cambiemos recibió nuevamente apoyo del electorado en las elecciones legislativas de octubre de 2017 obteniendo la victoria en 13 de los 24 distritos con el 40.59 % de los votos, seguido por Unidad Ciudadana con el 21.03 % (La Nación, 23 de octubre de 2017). Envalentonado con el triunfo, Macri reforzó su relato de lucha moral contra las mafias, el narcotráfico y la corrupción K: «Hemos dado pasos valientes, decididos, enfrentando las mafias, el narcotráfico y la corrupción porque sabemos que si convivimos con eso no hay futuro para los argentinos, y somos mejor que eso. Y vamos muy bien, porque vamos juntos» (La Nación, 22 de octubre de 2017).
Puede decirse que las dinámicas de acumulación, propias de la aplicación de políticas neoliberales, contribuyeron a la desarticulación social e identitaria del campo nacional-popular. En un trabajo publicado en 1999, en la experiencia neoliberal del menemismo, antecedente directo del actual gobierno de Cambiemos, Pucciarelli (1999) señalaba en este sentido que:
El crecimiento y complejización de ocupaciones que, por su propia naturaleza, no permiten fundar en algún tipo de experiencia económica-laboral compartida, algún otro tipo de identificación de intereses comunes y de sensación de pertenencia a un grupo social con historias y conductas comunes y semejantes (…) Los sectores populares se vuelven de ese modo mucho más heterogéneos, y en ese proceso la pérdida de centralidad, de dispersión, de «fragmentación» y de creciente desconocimiento de su identidad social y cultural, van perdiendo capacidad de lucha para defender sus intereses corporativos y el grado de autonomía política conquistado en el pasado (p.142).
Luego del triunfo legislativo de Cambiemos, se profundizaron las políticas de ajuste, especulación financiera y toma de deuda externa, sobre todo a partir del acuerdo con el FMI de mayo de 2018 presentado por el Gobierno como promesa de solución a la incertidumbre económica, la escalada del dólar y la persistente inflación[5] . El CEPA elaboró un informe titulado Argentina después del Fondo: la brecha entre el punto de partida y el punto de llegada (10 de febrero de 2019) que repasa los principales ejes de los dos acuerdos realizados en 2018, poniendo de relieve que el país está en peores condiciones que hace tres años. En un año (el 2018) con una inflación del 47,6 %, el presupuesto solo se amplío en un 20 %. Ese dato da cuenta de la magnitud del ajuste del gasto acordado entre el Gobierno y el FMI, que se profundizó por la caída de la recaudación, en condiciones de recesión del mercado interno (CEPA, 17 de junio de 2018).
El acuerdo con el fondo generó una grave crisis socioeconómica que una parte de los esperanzados sectores populares no esperaban vivir a poco más de dos años del Gobierno de Cambiemos y que se ha agravado profundamente en los primeros meses del último año de mandato. Los despidos y suspensiones se incrementaron en un 41 % en el primer trimestre de 2019 respecto de 2018 y los despidos y suspensiones de la industria suman el 77 % del total de casos (CEPA, 29 de abril de 2019). La tasa de desocupación superó los dos dígitos durante el primer trimestre de 2019, siendo el valor más alto en trece años (CEPA, 22 de julio de 2019). En cuanto a los datos de inflación, de acuerdo con las cifras del índice de precios al consumidor (IPC) que difundió el Indec el 15 de mayo de 2019, el alza del costo de vida ascendió a un 55,8 % en los últimos doce meses. A pesar de esta situación, los medios dominantes de comunicación o corporaciones mediáticas, en particular el Grupo Clarín, que acumula el 25 % sobre el 46,25 % de la audiencia nacional que concentran cuatro conglomerados (Reporteros sin Frontera, 10 de abril de 2019), presentan, especialmente a través de sus programas televisivos, interpretaciones que naturalizan las desigualdades del modelo de acumulación de Cambiemos y deslegitiman a los actores sociales que cuestionan las políticas públicas adoptadas por el gobierno, además de aprobar la persecución política y la criminalización de la protesta social con mensajes ideológicos a los que les atribuyen un valor universal. Como señala Benedicto (1995):
(…) la influencia de los medios no se agota en el tipo de información que transmiten, sino que también resulta fundamental cómo las transmiten. En la época de la expansión imparable de la televisión, la comunicación mediática se convierte cada vez más y más en un espectáculo en el que predominan la dramatización, la personalización y la simplificación, con las evidentes consecuencias que ello tiene para el desarrollo de la vida política en unas sociedades como las actuales, en las que los públicos dependen en gran medida de los recursos informativos de los medios de comunicación de masas para conocer, interpretar y orientarse ante la realidad sociopolítica (p. 32).
Sobre la persecución política y la criminalización de la protesta social es importante destacar que son varios los actores que participan en la recreación de la realidad sociopolítica y son funcionales al discurso punitivo del gobierno. En este sentido, la publicación El derecho a la protesta social en la Argentina (2017) del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), indica que:
Los procesos penales también aportan elementos que legitiman y fortalecen discursos estigmatizantes de determinados colectivos sociales por parte de medios de comunicación, funcionarios políticos, judiciales y/o policiales. Este tipo de decisiones judiciales aporta un marco de autoridad a las perspectivas discriminatorias contra prácticas colectivas de distintos grupos que circulan en los medios de comunicación y se incorporan al sentido común (p.34).
Frente a estos mecanismos y estrategias coercitivas que utilizan los sectores de poder, se hace necesario el debate político y social sobre los modos de dominación y sus efectos marginales para las clases populares. Preguntarse si una democracia en la que el poder es ejercido por el capital concentrado a través de los dispositivos neoliberales en perjuicio de las mayorías populares es una verdadera democracia.
A modo de conclusión
El neoliberalismo del actual Gobierno macrista resalta los valores individualistas y competitivos como mecanismo de cambio y de dominación social, procurando destruir los vínculos sociales, la solidaridad y las acciones colectivas de las clases subalternas. Frente al avance de la mercantilización social es necesario, entonces, gestar un nuevo orden que articule los intereses de las clases populares y que dispute el terreno político-cultural de los significados y el sentido común. Porque como afirma Ana Castellani (2019): “Las ideologías son poderosas herramientas para legitimar situaciones de desigualdad y dominación, pero también para organizar resistencias y generar cambios sociales” (p.67).
Con la llegada de Cambiemos al gobierno se produjeron profundos cambios en los niveles político, cultural y socioeconómico. El intento de instalar un sentido común de matriz neoliberal no puede desvincularse del relato político y de las políticas públicas que impulsa la alianza gobernante y que tiene evidentes fines político-económicos para los que necesita naturalizar en la clase trabajadora un conjunto de normas y valores duraderos que generen una subordinación pasiva. La teoría de hegemonía elaborada por Gramsci devela la transformación de la ideología de las clases dominantes en sentido común para las clases subalternas y nos ofrece una valiosa herramienta para reflexionar sobre nuestra realidad. Hasta el momento, el macrismo ha mostrado serias dificultades para afianzar su proyecto neoliberal como hegemonía exitosa. Según Jorge Alemán (2019): “Este gobierno nunca constituyó un bloque hegemónico, es un dispositivo de poder propio de la actual financiarización del mundo” (p.1). Para impedir que logre el consenso necesario para su éxito es preciso desnaturalizar los sentidos instituidos por el neoliberalismo, representado hoy por Cambiemos, hacernos preguntas acerca de los proyectos políticos, del papel de los intelectuales, los medios de comunicación y las prácticas productoras de subjetividades colectivas en los procesos de transformación social. Como señala Jorge Alemán (2016):
Conectar la política con la vida real implica que la misma es travesía, construcción, articulación, de una heterogeneidad que no siempre toma la dirección que más anhelamos, pero que sin ella no habría nada que oponer como Hegemonía al régimen del Capital (p. 22).
La restauración neoliberal busca dejar sin efecto las conquistas sociales conseguidas, pese a sus limitaciones, por los gobiernos de matriz nacional-popular, como también dilapidar el proceso de integración latinoamericano, en línea con los objetivos de EE.UU. para la región. Los sectores perjudicados por esta contraofensiva en nuestro país han comenzado un camino de resistencia. Este avance popular será realmente importante y decisivo si logra articular los intereses comunes de las clases subalternas para que deriven en la construcción de una nueva hegemonía que le dispute el poder al neoliberalismo reinante.
Notas
[1] Spots de campaña presidencial de Mauricio Macri, Argentina, 2015 Àrchivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=US6w2PYI00o&list=PLzpapITwQtIW1B4W9ei0nCI39iO4POWVX&index=17
[2] Para ampliar se puede consultar El Cronista.com (19 de diciembre de 2018). Recuperado de https://www.cronista.com/economiapolitica/Imagen-votos-y-desconfianza-en-la-economia-cuanto-resigno-Macri-en-tres-anos-de-mandato-20181219-0026.html
[3] Para ampliar se puede consultar ODSA (02 de octubre del 2018). Recuperado de http://wadmin.uca.edu.ar/public/ckeditor/Observatorio%20Deuda%20Social/Presentaciones%202018/2018/2018-Observatorio-Pobreza-Desigualdad-CEPED-ODSA-UCA.pdf
[4] Para ampliar se puede consultar el diario La Nación (19 de octubre de 2017). Recuperado de https://www.lanacion.com.ar/2073515-cambiemos-triplico-los-gastos-de-campana-del-kirchnerismo
[5] Para ampliar se puede consultar Ámbito financiero (8 de mayo de 2018). Recuperado de: http://www.ambito.com/920594-argentina-vuelve-a-financiarse-con-el-fmi-macri-anuncio-el-inicio-de-negociaciones-para-un-prestamo
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¿Cómo citar este artículo?
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Ilustración de esta página: Paz, H. (2019). 30 años no es nada (fragmento). [Técnica mixta obra sobre papel]. En Programa de Cultura (Coord.) “Exposición 30 años, 30 obras”. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. Clic en la imagen para visualizar la obra completa